“Yo vine al mundo bajo el signo de Saturno: el planeta de revolución más lenta, el astro de las dudas y las demoras… “
El origen del drama barroco alemán, 1922
Me vi hace unos meses intuyendo que el arte volvía la mirada hacia las prácticas espirituales, los saberes ancestrales y las cosmogonías antiguas —a menudo paganas— como fuentes legítimas de pensamiento estético y cultural. Lejos de un fetichismo folklórico, esta reapropiación y resignificación responde a una necesidad colectiva de cuestionar la única lectura racionalista del mundo y recuperar formas simbólicas para nombrar el acontecer de fenómenos que atraviesan la existencia de la humanidad en este mundo. Autores como Alberto Luque Pendón ya identificaron hace décadas cómo el esoterismo conforma una parrilla interpretativa para entender ciertas búsquedas modernas: un proceso de secularización y reencantamiento cultural que no ha dejado de mutar. Ese retorno se manifiesta en exposiciones, ciclos de conferencias, libros y programas públicos que colocan al espiritismo, la astrología, el tarot, la magia o la alquimia en diálogo con la práctica artística.
El Museo Nacional de Arte (MUNAL) inauguró la exposición Bajo el signo de Saturno. Adivinación en el arte, el 15 de mayo de 2025. La muestra, curada por David Caliz permanecerá hasta el 15 de febrero de 2026 y propone un recorrido por la historia visual de las ciencias herméticas y adivinatorias: la astrología, el espiritismo, la quiromancia, el tarot, y las propone como un “dispositivo de pensamiento creativo” que ha influido en generaciones de artistas.
Algo que he valorado especialmente de la curaduría, es su génesis; pues parte de la carta astral que André Breton elaboró para Jean Schuster, ahora en el acervo del museo. A partir de allí se tejieron las correspondencias entre piezas de distintos siglos y prácticas esotéricas. Este gesto, tan agudo como creativo, exhibe dos líneas curatoriales: por un lado, la genealogía histórica (cómo el imaginario adivinatorio se inscribe en la modernidad y el siglo XIX); por otro, su persistencia en la mirada contemporánea, que se encuentra resignificando símbolos del pasado a través de fotografías de archivo, pinturas y documentos, donde la selección refuerza la idea de que lo esotérico no es una curiosidad marginal, sino parte integrante de la historia visual.En términos curatoriales evita la exotización: las prácticas adivinatorias aparecen tratadas como saberes sociales y estéticos, con su carga histórica y sus contradicciones.
Por otra parte, si hubiese que apuntar una crítica mucho más atenta, sería la de la necesidad de profundizar un poco más en voces no europeas que reflejen esas prácticas a cosmovisiones indígenas o afrodescendientes. Sin embargo, el museo abre un espacio fértil donde ofrece conferencias, ciclo y repertorio visual que permiten al público pensar la estética y la imaginación como territorios atravesados por la fe, la duda y la adivinación.