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Despliegues Estéticos: Trayectos de sentido(s). Un debate actual, inicia con la pregunta fundamental por el sentido de la estética, y este interrogante tiene como antecedente el seminario realizado por el profesor Jairo Montoya en la Alianza Francesa de Medellín en el año 2015: ¿Tiene sentido la estética? (¿Y de la estética qué?), que le sirvió, como el mismo señala, como punto de partida para construir este texto inicial, que no se trata de un "texto sobre...", sino que ha intentado realizar "la recuperación de algunos de los trayectos que este campo de la estética ha ido trazando, junto al esbozo de los proyectos que el mismo arte ha configurado en torno al problema del sentido y de la sensibilidad". Así, el mismo profesor nos advierte que este no es propiamente un libro de estética, sino un libro que decanta los temas que han ocupado su interés académico los últimos años, esbozando posibles caminos de reflexión sobre temas que hoy tienen pertinencia. En el resumen que nos presenta la editora podemos leer lo siguiente:
“Este libro constituye un aporte significativo a
las preocupaciones académicas más recientes sobre las prácticas artísticas y
estéticas contemporáneas y a su lugar, siempre en crisis, siempre en expansión,
de sus expresiones más complejas, en virtud de lo que tales prácticas imponen
en su rebeldía y en sus búsquedas por ampliar lo que aquí el profesor Jairo
Montoya procura resolver a la manera de una discusión que desborda el mero
ámbito académico universitario, pues los límites en el debate de las ideas
devienen tan difusos como pretender acorralar el concepto de arte contemporáneo
en unas cuantas sospechas interpretativas”
Despliegues Estéticos: Trayectos de sentido(s). Un debate actual, se suscribe sobre cuatro ejes conceptuales que han ocupado las
reflexiones del profesor Montoya y, por supuesto, debates que puntualizan en
las prácticas del arte hoy, a saber:
Las reflexiones inician con la relación entre el sentido y la
estética y/o el sentido de la estética en la actualidad, y nos recuerda que
aquellos que proclaman de forma apocalíptica que la estética ha desaparecido,
producto de una confusión que la propuso como único régimen histórico de
identificación del arte, o bien porque se entiende como un concepto ya
"trasnochado" para hablar del mismo; así como aquellos que pretenden
preservarla en su pureza filosófica, "desparramándola por todas
partes", es decir, "confundiéndola con la vida cotidiana",
deberán saber que lo que se pretende, es recuperar la actualidad de su debate para
"repensar el espacio que ella termina configurando." (p. 21).
En el texto, el profesor Montoya cita de forma aguda aquel apartado de Rancière que hace parte de su libro El malestar en la estética (2011), donde el filósofo hace una revisión de la noción de estética (que bien puede ser un diagnóstico), y propone reelaborar el sentido mismo de aquello que es designado por el concepto de estética, entendiendo este como un régimen específico de identificación y de pensamiento de las artes:
La estética tiene mala reputación. Casi
no pasa un año sin que una nueva obra proclame o el fin de su era o la
perpetuación de sus fechorías. En uno u otro caso, la acusación es la misma: la
estética sería el discurso capcioso mediante el cual la filosofía -o una cierta
filosofía- desvía en provecho propio el sentido de las obras de arte y de los
juicios de gusto. Si bien la acusación es constante, sus expectativas varían.
Hace veinte o treinta años, el sentido del proceso podía resumirse en los
términos de Bourdieu. El juicio estético, "desinteresado", tal como
Kant había fijado en su fórmula, era el lugar por excelencia de la
"negación de lo social".
La distancia estética servía a
disimular una realidad social marcada por la radical separación entre los "gustos
de necesidad" propios del habitus popular y los juegos de
la distinción cultural reservados a aquellos que poseían los medios para ella.
En el mundo anglosajón, una misma inspiración animaba los trabajos de la
historia social o cultural del arte. Unos nos mostraban, por detrás de las
ilusiones del arte puro o las proclamas de las vanguardias, la realidad de las
restricciones económicas, políticas e ideológicas que pautan las condiciones de
la práctica artística. Otros saludaban, bajo el título de The
Anti-Aesthetic, el advenimiento de un arte posmoderno, que rompía con las
ilusiones del vanguardismo. (Ranciére, 2011, 9-10).
¿Qué sentido tiene la estética?
¿Es la estética creadora de sentido?
¿La estética tiene sentido?
¿Qué sentido crea la estética?
Cada uno de estos interrogantes son trabajados en el texto y tomados como puntos de anclaje donde el profesor forja relaciones desde el sentido de la estética, a partir de sus procesos de legitimación -como arte-, a los procesos de legitimación referidos específicamente a las prácticas artísticas, y nos señala, además, que "[...] lejos de ser una actividad que por su condición sustitutiva de los intereses racionales (es decir, los "discursos filosóficos" sobre arte), que tradicionalmente la han subordinado a sus proyectos, le han exigido una legitimación, que así la justifique, configura de otro modo un espacio constitutivo de lo humano." Y continúa: "Si algún sentido preciso tiene esta experiencia del arte, es el que ella 'arma' comunidad." (p. 26).
Ahora bien, cuando se habla de los regímenes de identificación del arte, el profesor Jairo Montoya recuerda cómo en El problema de la identificación general del arte, Umberto Eco ofrece una descripción que sirve para indagar sobre dichos regímenes:
Antes este empalidecimiento del valor
estético frente al valor cultural abstracto, y ante el consiguiente prevalecer
de la poética sobre la obra, el diseño racional sobre la cosa diseñada (fenómeno
que solo por miopía algunos críticos designan como exceso de intelectualismo en
esta o aquella obra, no comprendiendo que el problema refleja toda una concepción
del arte), surge espontáneamente la expresión “muerte del arte” para indicar un
acontecimiento histórico que, sino apocalíptico, representa por lo menos un
cambio tan substancial, en la evolución del concepto de arte, como el que se
verificó en la Edad Media, el Renacimiento, el Manierismo, con el ocaso de la concepción
clásica (artesanal-canónica-intelectualista) del arte, y el advenimiento
de la concepción moderna (ligada a las nociones de genialidad individual,
sentimiento, fantasía, invención de reglas inéditas). (Eco, 1970, 128).
En adelante se analiza, en primer lugar, el régimen mimético de identificación del arte que será, como vemos más adelante en el texto, el régimen representativo de las artes, el cual Rancière describe de la siguiente manera:
"En ese régimen, el arte no está identificado como tal, pero se encuentra subsumido bajo la cuestión de las imágenes. Hay un cierto tipo de entes, las imágenes, que son objeto de una doble interrogación: aquella de su origen y en consecuencia de su contenido de veracidad; y aquella de su destino: de los usos a los cuales sirven y de los efectos que me inducen. Concierne a ese régimen la cuestión de las imágenes de la divinidad, del derecho o la prohibición de producirlas, del estatuto y la significación de las que se produce. También le concierne toda la polémica platónica contra los simulacros de la pintura, del poema y de la escena ..."
Aquí, se entiende más
que la imitación como copia, -dice el profesor- como una acción del mimo de
teatro que al realizar 'cosas irreales', 'mima' cosas reales, para producirnos
efectos inesperados ("lo que convence es lo posible"), contando una
'historia' ya no como 'descripción de las cosas que realmente han sucedido'
sino como narración de 'aquellas que podrían haber sucedido y que son posibles,
según la verosimilitud o una necesidad. La mímesis es lo que distingue el
saber hacer del 'artista' del que corresponde al artesano.
Ahora bien, cuando hablamos sobre las “maneras de juzgar”, sin duda estamos hablando del carácter ético de las imágenes, que bien ha llamado Rancière el régimen ético de las imágenes. Este régimen ético es aquel que toma aquella representación, como ejemplo, de una divinidad, y “su percepción y su juicio se encuentran subsumidos por las preguntas: ¿Se puede fabricar imágenes de la divinidad? ¿La divinidad en imágenes es una verdadera divinidad? Y si lo es ¿esta imagen es como debe ser? Em este régimen no hay parte propiamente dicho, sino imágenes que se juzgan en función de su verdad intrínseca de sus efectos en la manera de ser de los individuos y la colectividad”.
Seguidamente el profesor Jairo Montoya continúa con su análisis sobre el régimen poético/mimético mencionando la síntesis realizada por José Luis Pardo “al mostrar cómo el concepto de Belleza “artificial” que justifican buena parte de las reflexiones en torno a esta especie de “hacer creador del arte” tiene a su base no solo un concepto de “Belleza objetiva o natural” sino también una forma particular de concebir la realidad”…
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