Martin Heidegger... Y ¿qué quiere decir pensar, y el por qué pensar el arte?
Entre los múltiples asuntos que se abrazan
al valor filosófico, existe desde los griegos la voluntad de considerar los
ejes que mueven los valores esenciales del arte; es decir, el arte al margen de
los vicios y acontecimientos que se desarrollan fuera de sus cualidades
inherentes.
Pensar el Arte es, aprehender desde su semilla
aquello que la Estética da sentido, sin embargo, para lograr esto, es fundamental discernir,
en lo posible, qué es en primera instancia el asunto del PENSAR y, paralelamente,
asumiremos el asunto de por qué pensar el ARTE.
Llegaremos
a aquello que quiere decir pensar si nosotros, por nuestra parte, pensamos.
Para que este intento tenga éxito tenemos que estar preparados para aprender el
pensar.
Así
que nos ponemos a aprender, ya estamos admitiendo que aún no somos capaces de
pensar.
Pero
el hombre pasa por ser aquel ser que puede pensar. Y pasa por esto a justo
título. Porque el hombre es el ser viviente racional. Pero la razón, la ratio, se
despliega en el pensar. Como ser viviente racional, el hombre tiene que poder
pensar cuando quiera. Pero tal vez el hombre quiere pensar y no puede. En última instancia, con este querer pensar
el hombre quiere demasiado y por ello puede demasiado poco.
El
hombre puede pensar en tanto tiene la posibilidad de ello. Ahora bien, esta
posibilidad aún no nos garantiza que seamos capaces de tal cosa. En la posición del
artista, la dificultad de pensar se amplifica, desde el mismo momento en que
anula su posibilidad de pensamiento, arrastrado por las circunstancias externas,
y los valores superfluos. Ser
capaz de algo significa: admitir que algo cabe en nosotros según su esencia y
estar cobijando de un modo insistente esta admisión. Pero nosotros
únicamente somos capaces (vermögen) de aquello que nos gusta (mögen), de
aquello a lo que estamos afectos en tanto que lo dejamos venir. En este sentido,
sobrepasar el confort (Bequemlichkeit )
que deviene la ocultación de lo esencial, advierte una extrema dificultad para el “hommo
faber” posmoderno, el artista extasiado con su propia invidencia.
Solo si nos
gusta aquello que, en sí mismo, es-lo-que-hay-que-tomar-en-consideración, solo
así somos capaces de pensar.
Lo
preocupante se muestra en que todavía no pensamos. Todavía no, a pesar de que
el estado del mundo y en consecuencia el estado del arte da que pensar cada vez más. Pero este proceso parece exigir más bien
que el hombre actúe, en lugar de estar hablando en conferencias y congresos y
de estar moviéndose en el mero imaginar lo que debería ser y el modo como
debería ser hecho.
Y, sin embargo... es posible que hasta nuestros días, y desde hace siglos, el hombre
y el artista haya estado actuando demasiado y pensando
demasiado poco. Como consecuencia advertimos la banalización extrema de la imagen,
el consumo masivo de información mediática, la imposición del mercado del arte como
termómetro de legitimamiento institucional y el devalúo comunicacional de la
obra de arte. El discernimiento errado de lo que corresponde al arte, el posmodernismo
para el “artista de la posmodernidad”.
Lo
preocupante, en este tiempo nuestro que da que pensar, se muestra en que
todavía no pensamos. Todavía no pensamos porque lo que está por-pensar le
da la espalda al hombre, y en modo alguno solo porque el hombre no se dirija de
un modo suficiente a aquello que está por pensar. El artista en este sentido no se
dirige al arte, se dirige a lo que históricamente acepta como modelo
paradigmático de lo que es "ser artista", en detrimento a lo que significa hacer
arte, no en vano lo por-pensar le da la espalda al hombre.
Pero si nosotros, como aquellos que han sido
atraídos así, estamos en la línea que nos lleva a... aquello que tira de
nosotros, entonces nuestra esencia está ya marcada por éste «en la línea que
lleva a...». Como los que están marcados así, nosotros mismos señalamos a lo
que se retira. Este señalar es nuestra
esencia. Somos mostrando lo que se
retira. El señalamiento de lo que se retira, en última instancia, procura
de quien lo hace, el modal crítico, el hacer frente a esto que por no
sernos afecto, nadie voltea a ver.
También
esto lo sabía Hölderlin. Tomamos su saber de las dos estrofas que llevan por
título: Sórates y Alcibíades. A
nosotros nos concierne esta línea:
«Quien pensó lo más profundo, éste ama lo más vivo.»
La estrecha contigüidad de los dos verbos «pensado»
y «ama» forma el centro del verso. Según esto, el amor se funda en el
hecho de que hayamos pensado lo más profundo. Un haber-pensado como éste,
procede presumiblemente de aquella memoria en cuyo pensar descansa incluso el
poetizar, y con él, todo arte. En este sentido, amar el arte se manifiesta desde esta necesidad de
pensarla, el artista actual, entonces se conforma con la superficie de lo que
intuye arte, en efecto, idealiza sus estados, trivializa sus umbrales y pone en manifiesto una etapa de “enamoramiento”
del esquema arte, el cual se rompe a la primera decepción. Amar el arte, por tanto, implica conocer su raíz, no su universo anecdótico.
Pero entonces, ¿qué quiere decir «pensar» y más concretamente pensar el arte? Veámoslo de esta manera, lo que
quiere decir, por ejemplo, nadar no lo aprenderemos jamás por medio de un
tratado sobre la natación. Lo que quiere decir nadar nos lo dice el
salto en el río. Pensar en arte, manifiesta para el artista un valor único a sus prácticas materiales, es decir, quien piensa, advierte rigor, disciplina y agudeza en la creación. Es solo de este modo como conocemos el elemento sobre el que
debe que moverse el arte. Pero, ¿cuál es el elemento en el que se mueve el
pensar?
Hasta hoy el rasgo fundamental del pensar ha sido la
percepción. A la facultad de percibir se la llama la razón. ¿Qué percibe
la razón? ¿En qué elemento reside el percibir, de modo que, por ello, acontece
un pensar? Percibir el arte, acontece pensar el arte, de la misma manera en que intuir lo que NO es arte, acontece pensar el arte. Percibir es la traducción de la palabra griega noeÝn, que
significa: darse cuenta de algo presente; dándose cuenta de ello, tomarlo
delante y aceptarlo como presente.
El rasgo fundamental del pensar hasta ahora vigente
ha sido el representar. Según la antigua doctrina del pensar, esta
representación se complementa en el enunciado, juicio. La doctrina del
pensar, del enunciado, se llama, por esto, Lógica. Kant toma de un modo
simple la caracterización tradicional del pensar como representar cuando al
acto fundamental del pensar, el juicio, lo determina como la representación
de una representación del objeto (Crítica de la razón pura).
El rasgo fundamental del pensar es el representar.
En el representar se despliega el percibir. El representar mismo es
representación (poner-delante). Pero ¿por qué el pensar descansa en el
percibir? ¿Por qué el percibir se despliega en el representar? ¿Por qué el
representar es representación?
Todavía no pensamos de un modo propio. Por esto
nos preguntamos: ¿Qué quiere decir pensar?
Basado en el texto ¿Qué quiere decir pensar?, de Martin Heidegger.
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