Vista de la instalación Hierbas de sal y tierra 43 sna Museo de Antioquia |
Ella es médica cirujana y la caracteriza el rigor en todo lo que hace, este rigor deviene quizás desde su formación como médica, puesto que intervenir (literalmente) en el cuerpo del otro no es tarea fácil. El arte de nuestros días necesita con urgencia de ese rigor, por fortuna, ella también es artista y tiene muy claro cómo el arte puede lograr pequeños o grandes cambios en nuestras ideologías; y para esto analiza con agudeza las desigualdades sociales, sintiendo de la misma forma la necesidad de examinar a través de su trabajo los síntomas que presenta una cultura desequilibrada y excluyente. Libia Posada Restrepo presentó para el 43 Salón (inter) Nacional de Artistas un proyecto de arte con comunidades donde se evidencia la crisis y las privaciones de algunas regiones olvidadas del país. Hierbas de Sal y Tierra o Estudio para cartografía distópica se propuso para el Salón Nacional como una instalación que se encontraba albergada en el Museo de Antioquia. En ella, un espacio blanco, un lugar aséptico bastante neutral donde en la totalidad de las paredes se encuentra dibujada una retícula, elemento recurrente en la obra de Posada. El espacio se acompaña de fotografías, dibujos y acuarelas en diálogo con elementos mobiliarios que podríamos encontrar en cualquier hospital, sin embargo, lo que contienen estos mobiliarios no son aparatos sofisticados, ni elementos quirúrgicos, ni medicinas farmacéuticas, lo que ellos contienen son plantas, plantas en viejas vasijas que nos remiten indudablemente a esos espacios domésticos de antaño. ¿Quién no recuerda a una abuela obsesionada por los trastes y las yerbas?
Las plantas, el mobiliario, las fotografías, los dibujos y sus acuarelas, nos cuentan historias, nos acogen con familiaridad, nos advierten que
en ellos cohabitan el conocimiento científico y la tradición ancestral proponiendo
un abrazo cálido entre dos disciplinas que, si bien parecen distantes, son
complementarias entre sí: la medicina oficial y las viejas tradiciones de la
medicina botánica o “medicina alternativa”.
Sin duda, dos saberes, dos conocimientos que podrían cooperar armónicamente en
pro de un equilibrio social y un estado de vida más llevadero.
Desde la experiencia
para el desarrollo del proyecto Libia Posada encarnó la vivencia de habitar las
tierras de Coquí (Chocó) una región donde los lugareños reconocen las plantas como el recurso más preciado, pues sus “yerbitas” lo pueden casi todo: hierbas para alimentarse, hierbas para
curar, hierbas para sobrevivir… Sobrevivir en condiciones precarias en un lugar
geográfico casi suprimido del mapa, donde los grupos armados siembran el
conflicto como una imposición (malas hierbas). Como habitante foránea, Libia Posada procuró
compartir su conocimiento en medicina a mujeres y hombres de esta comunidad pese
a las manifestadas desconfianzas con el proyecto de la nueva huésped: “¿Alguien sin sueldo que hace cosas con la
gente? ¿Para qué? ¿Qué gana?”… “¿Ella es médica? -No, es una artista- ¿Qué
hace? ¿Canta, baila, entretiene? –No- ¿Entonces por qué es artista? –Ah, es que
un artista, es cualquiera”…
Para concluir podemos
afirmar sin temor a equivocarnos que Hierbas
de Sal y Tierra o Estudio para cartografía distópica reafirma la función
del arte como un principio que se erige desde la experiencia humana, desde
compartir conocimientos, desarrollar diálogos, activar transformaciones en el
pensamiento individual, colectivo y propio, para, finalmente, darle así un
sentido real a su propósito como arte.
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