miércoles, 24 de septiembre de 2014

IDEOLOGÍAS SEXUADAS EN LOS DISCURSOS VISUALES

El siguiente artículo es retomado de un trabajo de investigación realizado para mi tesis en el 2009, en la cual, analizaba el papel de la mujer en la historia del arte, el porqué de su aparente ausencia y cómo la historia ha justificado a través de hipótesis científicas, la inferioridad creativa femenina en relación a la grandiosidad del llamado "genio" del hombre blanco occidental.

Las funciones ideológicas que implantaron los diferentes discursos filosóficos, artísticos y literarios en la historia, no dejaron lugar a dudas de que a través de ellos han nombrado, presentado y hasta exaltado las diferencias y roles sociales entre los individuos que conforman una cultura, identificando así a los sujetos dominantes de cada periodo histórico.
Desde finales del siglo VXIII, en pleno apogeo de la ilustración, las investigaciones realizadas del cuerpo femenino para demostrar científicamente su inferioridad con respecto a la capacidad de los hombres se sustentaba en la anatomía y la biología, de igual manera en la afirmación de la relación directa entre el tamaño del cerebro y el nivel de inteligencia (comprobada actualmente como una creencia errada). Así, se propondría entonces, omitiendo los planteamientos de Descartes quien no relacionaba el cuerpo con la grandeza del espíritu, que al existir una relación entre el cerebro y el cuerpo que lo alberga (hombre o mujer), las mujeres estarían destinadas a cumplir unos roles sociales de acuerdo a su capacidad intelectual más bajo y a su “naturaleza” teniendo en cuenta el siguiente binomio: Razón- Producción para el hombre, Intuición – Reproducción para la mujer. Es en este sentido como podemos clarificar el hecho de que toda mujer que tuvo la intención de pintar un cuadro, dedicarse a la filosofía, o escribir un libro estaría remando contra corriente a su “naturaleza femenina”, y por lo tanto, estas creaciones fueron en cualquier caso parcialmente irrelevantes y nunca alcanzaron el nivel de las que fueron realizadas por hombres: Thomas Gainsborough, Velásquez, Goya, Rousseau, Voltaire, Kant, o Goethe.

Si analizamos el problema desde el campo del arte específicamente, basta con recordar que la mayoría de las obras canónicas recogidas por la historia como La Venus de Boticelli, La maja desnuda de Goya, La venus en el espejo de Velásquez, Las tres gracias de Rubens, El nacimiento de Venus de William Bouguereau, Las Bañistas de Degas, o La Olympia de Manet entre muchas otras, proponen una imagen de la mujer altamente erótica y sobrecogedora, que la aparta completamente de su intelectualidad y la ubica en la posición de un puro objeto de deleite, o si bien de un utensilio decorativo, recordándonos entonces que “La mujer es el adorno mas grande de la creación”.
Estas obras, estos temas, y esta manera de abordar el arte seria casi un emblema hasta la llegada de las primeras vanguardias.

Ahora bien, si hasta entonces el cuerpo femenino había sido tratado de manera realista y naturalista, tras estas representaciones se produjo lo que podríamos llamar una progresiva fragmentación de la mirada del hombre hacia el cuerpo femenino, teniendo en cuenta la llegada de las nuevas formas de reflexionar y abordar el campo visual. El fauvismo por ejemplo desarrolló una representación de la mujer nada alentadora y casi grotesca, el expresionismo y el cubismo de igual manera hicieron su aporte, el cual desembocó en abstracciones líricas y finalmente en la abstracción geométrica más radical en donde la mujer ya ni siquiera aparece como objeto y mucho menos como sujeto creador, o por lo menos, no para los altos rangos del poder artístico institucional.

Los principios formalistas de la abstracción, especialmente la abstracción geométrica tenían entonces nuevos objetivos estrechamente relacionados entre si, es decir, objetivos estéticos individuales apartados de toda naturaleza y que en cierta medida estuvieron encaminados por diferentes fenómenos históricos, principalmente las dos guerras mundiales. Éste aspecto trajo como consecuencia que el rastro de la idealización del papel de la mujer encarnando la idea absoluta de belleza, fuera desapareciendo al igual que sucedió con la idea de representar los cuerpos de los “otros” en la modernidad. (Los otros, es un término que fue acuñado en el siglo XVIII, por parte de los hombres burgueses específicamente a vagabundos, mujeres y obreros.)
A lo largo del siglo XX, el arte fue dando forma a una trama de conceptos e ideologías que en cuya elaboración participaron activamente los nuevos sistemas que formaron artistas de renombre y movimientos paradigmáticos; es así como estos nuevos movimientos y estos artistas aunque se situaron mas allá del cuestionamiento de los sistemas básicos de representación, sobre todo con la perspectiva del principio de mímesis que guió a muchísimos artistas en las primeras vanguardias, compartían además con sus antecesores la creencia de que las mujeres intuitivas y sensibles, y por ende poco dadas a razonar, no eran capaz de desligar sus sentimientos básicos y por lo tanto no crearían obras de arte fuera de sus impulsos y no tendrían un nivel intelectual elevado.

Tras la primera guerra mundial, las mujeres comenzaron a desatar en sus personalidades un particular atractivo andrógeno que en muchos casos empezaba a producir cierto grado de temor en los hombres. En 1919 iniciando la creación de la escuela Bauhaus, más de la mitad del alumnado que se había matriculado era de sexo femenino, esto habría de desatar en Walter Gropius (uno de sus fundadores), cierta desconfianza hacia el prestigio que podría perder su institución ya que seria vista como una escuela de “aficionadas a los tejidos”:
“Según nuestra experiencia no es aconsejable que las mujeres trabajen en los talleres, por esta razón en la Bauhaus formamos cada vez más una sección de carácter marcadamente femenino. Nos pronunciamos básicamente en contra de la formación de arquitectas” ( Walter Gropius, 23- 02 ,1921).

Este planteamiento no sólo en la Bauhaus, si no en la mayoría de los movimientos vanguardistas fueron los que permitieron la creación originaria del "mito del gran genio”. Sin embargo y a pesar de las circunstancia, durante la revolución femenina de los años 60, las artistas mujeres se incorporaron en mayor grado a la esfera de las arte visuales, a pesar de que los mismos integrantes de estos circuitos se mostraran reacios a recoger y reconocer sus aportes y sus obras, ya que, pese a las afirmaciones de muchos curadores y galeristas de una total "neutralidad" y aparente "democracia" a la hora de seleccionar un trabajo, el arte aún no es para nada un terreno neutro y en él intervienen indiscutiblemente jerarquías de poder. Ellas son artistas, pero “artistas mujeres” que hacen "arte de mujeres".

Los estereotipos sobre qué y como pintar o esculpir una imagen, el arquetipo de la mujer artista, figura supuesta en esencia a la enseñanza de sus maestros los “genios”, han ocupado un lugar innegable en la historia del arte mucho antes de que se la reconociera por las transformaciones causadas en los años 60. Hasta ese momento histórico, los artistas occidentales compartieron la idea de que hombres y mujeres eran completamente diferentes y esta diferencia debía ser claramente marcada a través del discurso visual, quizás sea por esta razón que hasta hoy no habíamos encontrado alguna mujer que se haya destacado dentro del cubismo, o el minimalismo y sus planteamientos posteriores. Mujeres cubistas, minimalistas y artistas abstractas las hubo sí, y con nombres propios podemos destacar a la gran artista Hilma Klint pionera de la abstracción incluso antes de kandinsky, a la cual apenas hace algunos meses se le ha realizado una gran retrospectiva en el Louisiana Museum of Modern Art, en Humlebæk. Dinamarca y se ha reconocido su tremendo aporte al arte moderno y a las vanguardias.

En la discusión bizantina sobre quién fue el primero en llegar a la abstracción, muchos sostienen que el mérito fue de Mondrian. Otros apoyan a Malevich, a Kupka o, siendo un poco generosos, a Delaunay. Pero una gran mayoría jura que el que dio el paso adelante decisivo fue Kandinsky. El propio pintor se autoproclamaba sin rubor como el primer autor de un cuadro no figurativo, que habría firmado allá por 1911. “Sí, fue el primero de todos. Por aquel entonces, ni un solo pintor utilizaba el estilo abstracto. En otras palabras, se trató de un lienzo histórico”, afirmó en su correspondencia acerca de un cuadro que nunca pudo mostrar en público, puesto que lo había extraviado durante su exilio. Lo que Kandinsky no sabía era que una desconocida pintora sueca se le había avanzado, rompiendo con el lenguaje figurativo por lo menos cinco años antes que él. Respondía al nombre de Hilma af Klint, portentosa paisajista en el Estocolmo de entresiglos, que consiguió formarse en la pintura gracias a la ley escandinava que permitía que las mujeres accedieran a la educación artística...(Tomado de El País: La mujer que inventó la abstracción) Link:http://cultura.elpais.com/cultura/2013/03/03/actualidad/1362327525_302300.html



Al parecer, todo ese constructo de idearios sirvió como espejo fantasmal para imponer y crear los discursos y las identidades que legitimasen a las nuevas artistas, parece que seguimos considerando que las mujeres que producen un discurso fuertemente solidó, encierra en su esencia cierta “masculinidad”, en caso contrario la obra de arte se convertirá según los estatutos de poder en “una obra de género”, entendiendo esto último como una peligrosa y poco agradable elección a la hora de crear.

Finalizando por el momento, podría decirse que sólo cabe esperar a que algún día seamos capaz de desarrollar dentro de los planteamientos actuales del arte, unos significados en las obras que puedan reflexionar y sobre todo desdibujar las consecuencias y secuelas que han dejado en muchas mujeres creadoras esa constante afirmación de que los discursos del arte están influenciados por el sexo de quien los crea y que por ende, si se desea triunfar en un medio mayormente dominado por hombres, deben realizar una obra que esconda por completo su visión femenina y deben corresponder a cierta "masculinidad universal" pues según parece y es mi percepción personal (personal significa que no la impongo y que usted es libre de pensar lo contrario) en los discursos que integran los legados del sistema del arte, nunca ha existido nada neutral.

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