Pensando un poco sobre cómo iba a comenzar este escrito, recordé que en el año 2012 escribí un texto acerca del Salón de Estudiantes de Bellas de ese año. Siendo franca y leyéndolo nuevamente, considero que fui bastante destructiva y poco generosa tanto por el desconcierto que me generó observar en la muestra una pérdida absoluta por el interés a realizar trabajos con medios como el dibujo o la pintura -salvo por un par de propuestas- como por el malestar de ver en casi todas las obras una factura bastante descuidada y poca coherencia en la formalización de algunos proyectos; en ese entonces se podía percibir en los estudiantes un afán desmedido por encajar sus trabajos en lo que sería para la institución los “nuevos medios”: video, instalación, performance, o arte VIP como lo llama despectivamente la crítica mexicana Avelina Lesper. Ese año los resultados no fueron muy acertados.
Este año tuve la oportunidad de presenciar una evolución bastante significativa en el desarrollo de las propuestas de los estudiantes que conforman el actual Salón. Se siente un aire de ascenso para Bellas Artes tanto en la calidad de las propuesta que están presentando los estudiantes como en su componente académico y esto, no puede ser otra cosa que el resultado de un proceso de transformación —que ha sido arduo— por el cual se comienzan a ver los frutos de la disciplina y la perseverancia que han tenido en estos últimos años.
Generalmente, para la mente de un estudiante con bríos de éxito, será más apropiado enfocar su trabajo sobre una problemática o sobre otra teniendo en cuenta lo que está o no está de moda y esto, constituye un precepto terrible en las decisiones de los estudiantes sobre desde cuáles contextos sustentar su propuesta. Desde esta perspectiva, este aspecto puede ser peligroso cuando no conductista e injusto, pues constituye una forma de excluir y negar la posibilidad de participación al estudiante que no desea re-acomodar su trabajo para que encaje con la “propuesta curatorial” como suele suceder comúnmente en convocatorias y eventos en los cuales el artista “hace su tarea” para poder figurar.
En relación con las propuestas, los medios utilizados
estaban bastante variados, pues hubo pintura, dibujo, fotografía,
objetos cotidianos, materiales precarios del arte povera, trabajos donde
se exaltaban las estrategias participativas y en este sentido, la discursividad de una estrategia artística comprometida y la sociabilidad fueron las preocupaciones centrales de las obras sin dejar de lado la buena factura y su presencia en la exposición. Es decir que casi la totalidad
de los trabajos, manejaron el justo equilibrio entre el discurso (logos) y la habilidad para formalizar la
idea (techné).
En la primera planta nos dan la bienvenida dos trabajos de dibujo, uno
bidimensional, donde el virtuosismo técnico sale evidentemente a la luz en el
trabajo de Johan Salazar Cano quien recibió una mención en Artes Plásticas con
una obra hiperrealista elaborada con esfero azul y tres figuras
tridimensionales en hierro de Ricardo Alfredo Ochoa que connotan lo que conocemos como dibujo expandido dentro de las nociones plásticas del arte hoy.
Avanzamos y nos encontramos del lado izquierdo con el trabajo de Leifer Hoyos Madrid titulado “Herbaria Vestimanta” el cual “… Es una construcción dibujística en la que interviene el collage y el material textil como elementos fundamentales de la composición”. La propuesta hace una selección botánica de flora autóctona y extranjera donde cada dibujo juiciosamente elaborado es una personificación de las flores compiladas que encarnan el elemental de la planta. En el mismo espacio hay dos fotografías de arquitecturas que proponen cierta mirada hacia la abstracción y luego tenemos el trabajo de Felipe Augusto Rodríguez quien recibió la mención en Diseño Visual, sorprendente para mi no porque haya considerado que el trabajo no lo merecía, sino porque indudablemente parecía realizado por un artista y no por un Diseñador. Se trataba de un conjunto de registros fotográficos de varias intervenciones realizadas en algunas cajas de control semafórico de la ciudad; los registros estaban acompañados por uno de los objetos intervenido.
Avanzando, en el pequeño nicho semicircular encontrábamos
tres fotografías tituladas “Memorias
deterioradas” de Carolina Echavarría Severino. En la sala final de la
primera planta algunas series fotográficas de Laura Tobón Echavarría y
Estefanía Jurado, tres trabajos de pintura, una simpática máquina de Iván Darío
Moreno Vera con una curiosa viejecita, un muy buen objeto de diseño elaborado
en madera de Angie Silva García quien recibió otra mención en Diseño Visual,
una serie de ilustraciones digitales que me ha gustado bastante de Andrés
Felipe Hernández Gómez, y una instalación formalmente impecable, aun teniendo
en cuenta que uno de sus elementos era la tierra, titulada “Más allá del cuerpo” de María Isabel Ospina Madrid.
Subiendo las escaleras tenemos los trabajos fotográficos de
Eric Robledo y Lina Marcela Ardila. En la segunda planta fue absolutamente destacable
la serie de dibujos sobre batas de politex de Andrés Sánchez Muñoz titulada “Pasión de Sebastián”, la obra se destaca
sobre todo por la fuerte presencia que tiene en la sala. En este espacio
también observamos una serie de tres collages digitales realizados por Angélica Restrepo y Eric Robledo, una base de piso que contiene pequeñas
piedras, hojas, ramas y elementos naturales ubicados de forma ordenada creando
una especia de mandala natural, nada extravagante, nada ambicioso pero muy
bello. También se dispuso el registro de un performance bastante interesante de
Ixia González titulado “Cotidiano”, realizado el día de la inauguración, en el cual, la artista ejecuta una
rutina de arreglo personal como peinarse y maquillarse pero con las manos
atadas a su espalda. Finalmente, observe la obra de María Alejandra Villa quien
fue merecedora del Premio en Artes Plásticas con una obra impecable que cosiste en una muy interesante serie de tablas de
patineta intervenidas con impresiones sobre vinilo transparente tituladas “Lenguaje transformado”.
Finalizamos el recorrido en el piso superior donde tenemos
una serie de ilustraciones de animales, el trabajo fotográfico titulado “El blanco y lo negro” de la estudiante Astrid
González quien recibió otra mención en Artes Plásticas y cuyo trabajo propone
una reflexión sobre los procesos de etnicidad e identidad retomando los
conceptos luz (blanco)-oscuridad (negro) en relación con sus connotaciones
culturales.
En esta sala sobresale la instalación titulada “Polvo eres” del Colectivo Arco Iris,
constituida por una maleta, cemento y tierra roja, elementos acompañados de una
intervención en la pared. También en esta sala la obra de Juan Camilo Correa Quintero “Estudios para un muro de contención” y Boceto de “El fusilamiento del
tres de mayo”, una fotografía que nos enseña a siete niños apuntando a un
adulto con falsas armas de fuego, construidas con chatarra y maderas encontradas
en la ciudad. (Especulo sobre este último detalle).
La muestra se
construyó desde una museografía que fue bastante limpia y procuró
que cada obra habitara un espacio justo, sin aglomeraciones ni atiborramientos, y en relación con el eje conceptual, pudimos
ver cómo los casos particulares también son universales, donde obras que pueden estar a mitad de camino entre la instalación que fue “pública” cuyos
elementos se llevan a la sala y se vuelven “privados”, la pérdida del miedo a
recuperar el abrazo tradicional de los padres como la pintura o el dibujo, la
apuesta por resaltar medios tan controvertidos como el performance y el archivo
fotográfico, señalan el giro distintivo que ha tenido la institución frente a
los paradigmas que nos plantea el arte reciente.
Cuando se sale de la
muestra, uno queda con la sensación de que hay cierta fraternidad en todos los
trabajos, se impuso en este Salón —aunque no en todas las piezas— la discursividad social que en palabras de Hal Foster se convierte en
“Una forma pragmática de hacer y mostrar,
de hablar y ser”; donde el arte, es un espacio de socialización entre el
artista y la sociedad a la que alude y donde la pregunta principal de quien
crea no parece ser ¿Qué?, sino ¿Para quién?.