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martes, 25 de noviembre de 2014

LA DECISIÓN DE ESCRIBIR

Recuerdo que hace un tiempo atrás, me angustiaba la idea de pensar que el medio artístico era un monstruo devorador de personas ingenuas que los convertía en seres envidiosos, sin ética, materialistas, arribistas y perversos. Crecí un poco más y el miedo fue totalmente superado, sobre todo porque ahora sé que esto es cierto. Afortunadamente, no todos los que integran el sistema artístico tienen este perfil infame. Te puedes encontrar con personas interesantes, sinceras y coherentes que, aunque no lo crean, se interesan por ayudar a los artistas más jóvenes, sin necesidad de pedir algo a cambio. Yo en algún momento me crucé con esta clase de personas y puedo considerarme afortunada.
Sin embargo, mirar al monstruo de frente y hacerlo sin temor no es una tarea fácil. En repetidas ocasiones estamos tan indefensos y nos sentimos tan a la deriva de la incertidumbre del éxito y la certidumbre más próxima del fracaso, que por este mismo terror algunos de mis colegas, compañeros de luchas han tomado la decisión de desistir. Se alejan del medio artístico, reniegan contra el arte, hablan de la rosca, de la mafia, de las leyes de silencio, de las conveniencias, de las poses esnobistas, del materialismo, de los que se piensan sabios, de los docentes mediocres, de los premios injustificados, del tráfico de influencias siendo esto lo que más abunda, de la poca valoración al esfuerzo, de la malsana manifestación de compincherías, de los localismo, de preferir los títulos sobre el talento, de la crítica hasta a lo que vistes en una exposición... y todos esos vicios que no hacen otra cosa que alimentar al monstruo que siempre quiere tragarnos. Mis colegas tienen razón, es abominable. No obstante, hay algo tan especialmente mágico en el arte, y no es otra cosa que la virtud del intelecto, de la creatividad y del espíritu, de la insistencia trabajando conjuntamente, y que, sin duda, sigue siendo la manifestación de la capacidad del hombre para crear, diseñar, interpretar y construir su propio mundo. El arte es la razón de vida de los artistas cuando éstos se comprometen verdaderamente con ella, y es así cuando surgen las obras de arte. No las otras, las pseudocreaciones superficiales para aparentar o figurar.

Decidí escribir sobre arte porque creo en ella y creo que vale la pena. Quienes escribimos, sabemos que es una necesidad que aflora cada vez que algo nos inquieta. No se escribe por obligación, sino por convicción de que aquello sirve de algo. Así, la mejor manera de exorcizar a todos esos demonios que rodean este sistema, en mi caso, es escribiéndolos, nombrándolos, llamando a las cosas por su nombre, tal cual son, sin temor a los desdenes de los más falsos, dejando las verdades fijas ahí, en el papel, en la pantalla, en la mente y en la consciencia del lector. 

Martin Seen


Apenas era una estudiante cuando una de esas personas grandiosas que mencioné anteriormente me dijo con mucha franqueza 
"La única forma de lograr que le presten atención, si no tiene amigos con poder ni familia rica, es insistiendo, hasta que se cansen de uno." 
No volví a ver a este personaje luego de esa última conversación; lo conocimos como Adolfo Bernal, fumaba demasiado y supongo que esta era una de las formas con la que ambos producimos empatía. Fue un gran docente en Bellas Artes, pero la ignorancia de quienes están en esta institución es tanta que no tenían una idea de quien les estaba dictando sus clases. Generalmente, la soberbia de los estudiantes no les deja ver lo que tienen frente a sus narices, y sigue pasando así, con maestros que vale la pena valorar. 

La escritura surgió a partir del año 2007, cuando empecé a percatarme de lo que estaba pasando a mi alrededor. Apenas salía de la etapa pueril de creer que el arte consistía en manejar bien unas pinturas y tener cierto grado de habilidad técnica. No iba mucho a exposiciones porque ya me habían hablado del monstruo arribista y excluyente, pero a veces lo intentaba. Así que me arriesgué a escribir eso que todos saben, pero que nadie dice y curiosamente publicaron mi artículo en el periódico universitarios PROGRESIVO. Luego, muchas personas comenzaron a preguntarme por qué había escrito eso, la alarma era sobre todo porque el texto comenzaba con una frase de Bernardo Salcedo bastante particular y generalmente los textos que se publicaban en este periódico (que ahora es revista) no contenían ni el más mínimo pensamiento crítico frente a la institución o al sistema del arte. Casi siempre se componía de textos áridos, llenos de pomposas alabanzas, incluso hasta a su su propia mediocridad, así que ya se imaginaran lo que sucedió con la frase de Salcedo "Lo que pasa es que existe la idea de que el arte es un espectáculo, y de que el artista es una Vedette que tiene que salir al escenario dos o tres veces al año. Por eso aquí se ven muchas exposiciones y poco arte. Se debe exponer cuando hay algo claro que decir, no cuando se tienen muchas obras". 
Tiempo después decidí crear mi blog, una herramienta que gracias a nuestra era tecnológica me ha servido para compartir con ustedes mi trabajo. 

Allan McCollum 
¿Qué pasa con la escritura sobre arte?

Pasa que lamentablemente es un género que está dividido entre la acartonada academia, donde quienes escriben son historiadores, sociólogos, filósofos, o críticos de artes, que son historiadores, sociólogos o filósofos y generalmente son texto de encargo para catálogos, revistas especializadas o libros; y del otro lado, se mueve eso que algunos llaman "periodismo cultural" donde quienes escriben son periodistas que generalmente graban las barbaridades que dijo el artista de manera descuidada, y transcriben el texto sin ninguna clase de criterio o seriedad analítica alguna. Estos textos aparecen cada día en los periódicos y en ocasiones son vergonzosos de leer. Comúnmente contienen errores en fechas, nombres, ortografía, datos y a quienes los escriben les pagan por ello. Sin embargo, también existen, por fortuna, algunos textos periodísticos mucho más serios y con un nivel crítico más elevado.
Lo cierto es que en mi caso, ni soy periodista, ni soy historiadora, ni soy filósofa, ni esteta (aún). Soy alguien que se apasiona por escribir sobre arte, con la claridad del quién, qué, cuándo y cómo y con la sinceridad de alguien que ha tomado pentotal. Generalmente, mis publicaciones son para revistas emergentes o en mis dos blogs porque siempre me encuentro ante un problema de "rol" y de actitud con quienes leen mis textos, así que mantengo algunas reglas a la hora de escribir: 

-Dejar de lado los juicios totalitarios acerca de lo que SI es o NO es arte y prefiero dejar una pregunta abierta. 

-No me distraigo en lo buena persona que es el artista de quien escribo, no me dejo manipular por el miedo a los enemigos y menos jerarquizo mis textos de acuerdo al grado de amistad que conmigo puedan tener.

-Procuro no manejar la ley del silencio para protegerme de los miramientos.
-Suelo escribir sobre lo que realmente me mueva hacerlo, nunca escribo un texto por la imposición del alguien más.
-No pienso escribir bien acerca del trabajo de un amigo, a menos que de verdad lo sienta así. Tampoco pienso escribir algo negativo sobre alguien por el hecho de que éste no sea de mi agrado o tengamos algún problema personal. Lo personal no entra en mis textos y eso debe ser la regla principal de quienes escriben.


Stefan Bruggemann
-No escribo sobre personas, escribo sobre las circunstancias en las cuales pueden estar envueltas, es decir, nada es personal; escribo sobre arte y espero que los artistas y agentes del medio lo tomen con la seriedad y la madurez que debe hacerse.
-Intento manejar un lenguaje muy próximo a todos, por lo cual, trato de no usar muchas citas a Deleuze, Baudrillard, Lyotard, Lacan, Foucault, Vattimo, Derrida, Lipovetsky, Durkheim o Bourdieu, aunque en ocasiones las siento necesarias.
-No me interesa mucho eso que algunos llaman "Políticas institucionales"; que no es otra cosa que demagogia institucional. 
-Suelo evitar adular, porque suelo evitar la hipocresía.

Finalmente, escribo porque lo siento necesario intelectualmente y porque es la única manera de superar ese letargo tan característico de nuestros días que solo valora a la luz de las conveniencias y casi nunca valora a la luz de la verdad.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Y EL ARTE ¿SI ES PARA TODOS?

Comienzo esta nota con una frase de Piet Mondrian que puede englobar de este texto su idea "El arte no está hecho para nadie, y es, al mismo tiempo, para todos". Y con ella quise comenzar, porque me encontré algo decepcionada al percibir la falta de tolerancia, la soberbia, el rencor y la ignorancia que puede acompañar cada uno de nuestros comentarios o pensamientos, cuando de analizar a la luz lo que decimos respecto a una situación se trata. 
Hace unos días, el Museo de Antioquia publicó una fotografía de dos agentes del servicio policial de nuestra amada Medellín, mirando de manera curiosa, como lo puede hacer usted o como lo puedo hacer yo, unas obras que se encuentran exhibidas actualmente en el museo y que hacen parte de la exposición recientemente inaugurada. La imagen no es ningún montaje como algunos aseguraban a modo de burla, la fotografía es real, estuve en la inauguración y pude ver a muchos policías en el museo cuya misión principal en ese momento y durante todo el protocolo, fue procurar la seguridad de tan hermoso e importante evento para nuestra ciudad. La exposición Encuentros  Mexico - Colombia.
La fotografía en mi caso me generó simpatía por vera los agentes (que también son humanos y también tiene imaginación, sienten curiosidad y pueden emocionarse frente a la belleza) observando las obras de arte que había en la muestra, en realidad me conmovió de manera positiva esta imagen; sin embargo parece que para un gran conjunto de nuestro público también "conocedor" (la buena gente), no podía ser posible que un uniformado deseara ver arte pues lo único que pudieron hacer fue acompañar de burlas, insultos y señalamientos esta situación en la redes sociales.

Entonces mi pregunta es la siguiente ¿Un uniforme impide a un hombre, libre y consciente desear por curiosidad quizás, ver una obra de arte? ¿Dónde les queda el discursillo ramplón a la gente de mi ciudad de que es “la más educada”? y si es la más educada ¿Por qué esta imagen causa tanta conmoción y se responde al verla con tanto odio? ¿Acaso el arte no es para todos? ¿ Acaso el arte no proporciona un pensamiento libre y elevado? ¿Acaso el arte no es "humanista"? ¿O soló es para los que se creen sabios?

Es muy probable que la policía de nuestra ciudad no sea la institución más querida por todos, pero estoy segura de que cada humano, como ser individual, sin uniformes ni etiquetas, ha de tener esa curiosidad y esa creatividad innata con la que todos nacemos y por la que todos seguimos siendo niños geniales; si el arte ha de servir para que un militar, policía o cualquier hombre sobre la faz de la tierra expanda su mente, transforme sus ideas y sea, más humano, deberíamos estar felices por ello, y no por lo contrario denigrarlo o burlarlo. ¿Te estás dando cuenta de tu nivel de absoluta ignorancia?

Un cineasta burgués como Roberto Rossellini se hacía esta pregunta: "¿Para qué sirve el arte? ¿Crees que el sueño de un hombre puede ser levantarse al a mañana para ser un artista? El sueño de todo hombre debe ser justamente ser hombre". Y ese ser hombre del que hablaba Rossellini, incluye el ser capaces de entender  y respetar al otro desde sus diferencias, de entender que el arte puede ser un camino que nos envuelve a todos con la misma sinfonía creadora y que por ende, deberíamos aprender a tolerar a los otros como parte de esa creación. Quizás, quienes juzgaron, se burlaron y denigraron a los dos policías que miraban arte en un museo, también les hace falta muchas cosas en la vida por ver, por sentir y por experimentar. Yo no puedo estar segura, cuántos de ellos se sienten felices en un museo, pero quizás, sea el momento de aplicar esa #Paz de la que todos en este país hablan, de la que todos se lamentan por inexistente y que por ello, a su familia la tiene agobiada este sistema; pero ¿Sabe quién hace parte de esta montaña de violencia que hace parte de ese sistema del que tanto suele quejarse? ¡Usted!, yo, y  todos nosotros, nosotros con esta clase de prejuicios, comentarios, chistes y miramientos.
Realmente si no empezamos a ver lo positivo de las cosas, tolerando a los otros desde situaciones cotidianas o "extrañas" como esta ¿Por dónde cree usted que se comienza a generar eso que a todo el mundo le gusta llamar paz? ¿Sabe usted qué está con esa palabra tan corta nombrando?
Los discursos que implantan los museos en las propagandas publicitarias de que "Son para todos" deben ser más que un panfleto, una realidad, y quienes deben contribuir a que esto suceda, debe ser el público mismo.
Ojalá en cada exposición hayan más policías viendo arte, más barrenderos, más señoras del servicio, más vigilantes, más conductores de buses, todos ellos con sus uniformes, sin sentirse juzgados por ello, a ver si así dejan de ser una parte aislada de la sociedad y de la “alta cultura” y a ver, también, si tanto ellos como nosotros, cambiamos nuestra percepción sobre las personas, sobre la vida, y con ello, nuestra errada percepción del mundo.




miércoles, 29 de octubre de 2014

EL EGO DE LOS OTROS (Sobre la auto-censura en la crítica de arte)

Texto escrito para SABLAZO. Crítica cultural

Alguien me dijo alguna vez, parafraseando a Oscar Wilde, que las dos únicas reglas existentes para escribir eran, tener algo que decir y decirlo. Paradójicamente, quienes se han aventurado a seguir con desafío las dos reglas de Wilde, han sabido verse en más de un embrollo, le han negado la entrada a espacios y eventos o, en el más común de los casos, ha perdido a uno que otro “amigo” que no ha sabido soportar alguna que otra “verdad”. En cuanto a la crítica se refiere, es innegable que la ejercen quienes aman el arte a través de su análisis utilizando la escritura como medio pero, en muchos casos, con una excesiva dosis de autocensura y temor; el temor al EGO de los otros.
El EGO es ese ente malévolo que nos invade y nos ciega respecto a verdades y falencias propias, y que es más fuerte, más grande, más bello, más inteligente y más talentoso de lo que verdaderamente somos. El EGO es el mentiroso más hábil que puede haber, y también el más peligroso. 
El asunto del temor radica en que poseemos un afán casi enfermizo por ser moneda de oro para todo el mundo, algo así como padecer un grave trastorno de autoestima que, por lo tanto, nos induce a callar nuestros argumentos, a ensalzar la mediocridad sobre el talento o, a emplear la crítica como una herramienta que favorezca nuestras relaciones públicas con nuestro círculo de “amigos” influyentes, quienes nos ayudarán, quizás, a tener un futuro económico más llevadero. Ésa es la infamia que comete gran parte de los señores eruditos y poderosos del medio artístico, quienes, se dicen, intentan nutrir con sus aportes nuestra ya desnutrida y endeble cultura.

Mucho tiempos atrás disfrutaba leyendo el blog de “Lolita Franco”, nunca supe quien era, solo recuerdo que escribía sobre el medio artístico de Bogotá. Me emocionaban sobre todo sus comentarios ácidos y sinceros aunque sazonados con cierto empalago; extrañamente dejó de actualizar sus post en el 2011. Ella (o él), quien aparentemente realizaba una crítica aguerrida, también practicaba la autocensura al punto de no mostrar su identidad verdadera, porque, en palabras de la misma Franco, hay que manejar un perfil bajo “… Para evitar los impertinentes ataques de una traicionera jauría de lobos como lo es la del mundo del arte. Mundo un tanto patético, esnobista, hipócrita y vanidoso. Un mundo en donde predomina la mala cara, la actitud intelectual, las miradas de reojo y no el buen sentido estético, la promoción objetiva o la verdadera discusión de ideas”
En efecto, ese mundo de lobos existe porque el EGO nos supera siempre a elevadas potencias, siendo este quien reacciona automática, irracional e impulsivamente cuando escucha mencionar su nombre y no le preceden precisamente una montaña de halagos pomposos y maniqueos. Es entonces cuando guardar silencio, utilizar eufemismos, o ser un vil mentiroso sería para quienes desean escribir sobre arte, la “mejor opción” más no la más correcta.

La pregunta entonces es esta: ¿Dónde comenzó la terrible idea de que quien escribe ejerciendo la crítica de arte, debe hacer un comentario dulzón y paternalista?
En un medio en el cual el gusto de las cosas se erige fundamentalmente por el grado mayor de conveniencia, las leyes del silencio determinan la aridez de los escritos que suelen aparecer en los medios académicos y masivos. Si un solo periodista (que no hace crítica, por supuesto) realiza una nota mediocre sobre el artista de “moda”, por efecto dominó el resto de las notas en periódicos, blogs y revistas del país, opinan irremediablemente lo mismo (sucedió así en el anterior 43SNA, con artistas que se robaron todo el protagonismo por falta de criterio periodístico, pero sobre todo, por la carencia de información y de ideas). Si atacan a fulano, todos atacan a fulano, si ensalzan a perano, todos ensalzan a perano, de ahí la mediocridad que impera en el mercado del arte, por ejemplo, de ahí que debamos preguntarnos nuevamente, ¿alguien sabe siquiera qué significa tener un criterio sincero, coherente y con argumentos? Para eso debe existir la crítica de arte consciente, alejada de prejuicios, alejada de convenientes pactos con instituciones o dogmas, puesto que, analizar y valorar a la luz de la verdad lo que sucede en el medio artístico es fundamental, a pesar de la insistente ilusión que poseen algunos artistas de querer bailar sobre el cadáver de la crítica de arte.

Siendo francos, en un medio donde despedazar críticos es un deporte, a menos claro que este sea amigo de todos, lo cual, por respeto a la justa verdad, es básicamente imposible, la crítica como actividad no solo informativa sino valorativa y dinamizadora de pensamiento, requiere de quienes la ejercen una escala de prioridades diferentes al elogio o la aceptación social. Baudelaire, Osacar Wilde, John Ruskin, Clement Greemberg, Robert Hughest, Marta Traba y hasta la actual Avelina Lesper por mencionar algunos críticos, han sabido ejercer con franqueza, a pesar de las múltiples burlas, miramientos, desaprobaciones y hasta memes, una disciplina en la cual han procurado como ya lo mencionó Oscar Wilde:
“Crear en la crítica de arte ese sereno talante filosófico que ama a la verdad por sí misma, y que no la ama menos porque sepa que es inalcanzable”.

viernes, 4 de julio de 2014

TENSIONES COMPLEJAS

El gesto real vs la teatralización en la performance

Joseph Beuys. "Me gusta américa y a América le gusto yo". Primera perfromance del artista conceptual Beuys. Conocida como "Acción coyotye"  


Hace un tiempo ya, la crítica de arte Avelina Lesper a quien tuve la oportunidad de conocer en Medellín, escribía un artículo que causó polémica entre los artistas que usan la performance como un medio para su trabajo. Lesper asegura que las reflexiones artísticas que se presentan por medio del performance se imponen de manera artificial para dar valor a obras sin argumentos, falsos acercamientos sin rigor que utilizan si bien temas con un marcado corte social que devienen de una intención moralizante, en la gran mayoría de los casos, este aspecto no aporta otra función que la de añadir peso a sus vacíos discursos, donde la “terapia grupal” o el “arte ONG” no logra jamás una transformación social verdadera. En este sentido, como artista que utiliza el lenguaje de la performance, cuestioné un tanto mis propios planteamientos y no tuve una opción más sensata que encontrar razón en algunos argumentos de Lesper.

Sin embargo, debemos tener presente que las prácticas de la performance varían tanto como su finalidad, a veces puramente artística, a veces política y revolucionaria, a veces con una intensión terapéutica... De la misma manera que varía por ejemplo la finalidad de una pintura, a veces realizada para la pura contemplación, a veces enfocada a sugerir una pregunta específicamente plástica o en otros casos para conmemorar un hecho histórico, etc. Por lo tanto, no desde su finalidad una pintura ha de ser juzgada, si no, desde una serie de criterios que se soportan en el análisis de la técnica, puesto que, como ya lo decía Marta Traba "un cuadro es un sistema de lectura", y ¿qué es leer? Es recorrer con la mirada un conjunto gráfico y descifrarlo. Es decir que desde este punto, hemos de leer un cuadro a partir de sus unidades plásticas: el manejo del color, del gesto, la composición, los matices, los materiales, si es figuración o abstracción y, desde percepciones estéticas propias del conocimiento que produce el ejercicio reiterado de observar (ojo entrenado lo llaman). Por lo tanto y continuando con nuestra idea, una performance también debería ser evaluada desde una serie de criterios formales, pues analizarla desde su finalidad y rotularla de manera radical como un acto puramente vacío y escenificado, cargado más que de realidad, de falsedades, suele convertirse en un error apresurado de la crítica actual, tanto como es un error esperar a que el arte sea una actividad redentora y que su principal motivación sea el auxilio social.

Ahora bien, esas invectivas surgen como consecuencia de que la performance como lenguaje artístico ha traído consigo una historia que la sujeta indiscutiblemente a reflexiones que se soportan desde una realidad social e histórica adversa. Su origen, a pesar de haber sido precisamente un grito rebelde hacia un “arte sin sentido” (Dada), se transformó en los años 70 en la forma de arte más politizada y en la herramienta más usada por los movimientos feministas que surgían como rechazo a las manifestaciones artísticas hegemónicas instituidas por un sistema artístico patriarcal. Es gracias a esto, que gran parte de los artistas de performance enfocan sus planteamientos a denunciar problemas como la violencia de género, trastornos de identidad purgando asuntos puramente personales o aspectos que padece propiamente la periferia. Éstos actos, sin embargo, suelen quedarse en gestos escenificados y superados indiscutiblemente por aquella realidad a la que pretenden aludir. 
En estos casos, si queremos superar las diatribas que soporta un medio relativamente "nuevo" y juzgado como mediocre, el arte de acción debe ir más allá de la re-presentación (mímesis) y debe, a través de la presentación (diégesis) intentar borrar las fronteras entre la distinción aristotélica de la representación y su referente real. De no hacer esto, el acto performativo queda reducido a una caricaturización improvisada e insustancial de la realidad que señala.

El problema que aquí nos detiene es entonces la falta de criterio; y no tenemos criterio, porque los “no-límites del arte” propios de la mal llamada "posmodernidad", herederos de esta aparente desilusión estética baudrillariana, nos conducen a un abismo sin una luz posible donde no sabemos reconocer cabalmente lo que una buena performance requiere o lo que una buena performance debería tener, de ahí que Avelina Lesper arremeta contra la extrema banalización y falsedad de ésta disciplina.

Cabe mencionar, que la performance como lenguaje artístico posee una característica fundamental que establece una distinción respecto a los demás medios, siendo éste paradójicamente el lenguaje que puede contenerlos a todos, y es, la de traspasar fronteras (incluso las fronteras éticas). El acto de pintar por ejemplo podría ser visto como una performance y en efecto, lo ha sido desde que apareció el Action Painting (Pintura de acción) en el siglo pasado de la mano del expresionismo abstracto. Ver a Jean Raine, a Helen FrankenthalerJackson Pollock chorreando su pintura y danzando alrededor de una tela fue posiblemente una experiencia mucho más enriquecedora que el resultado en el lienzo mismo. De esta manera, las barreras pictóricas fueron superadas por la transfiguración del acto de pintar y el cuerpo del pintor como categorías artísticas tanto o más importantes que el estado bidimensional del cuadro. 
Ahora bien, aunque la intención de sus creadores no fue exactamente hacer una performance, estos ejemplos son de manera directa gestos reales, el artista no estaba sujeto a guiones ni esquemas pre concebidos para su creación, la franquez de los gestos casi brutales como los describía Kundera en su texto sobre Bacon, reafirman que la realidad inmediata siempre está presente en el acto de pintar. Muy por el contrario, lo que sucede actualmente con algunos performances, es que están divagando entre la teatralización de la "cotidianidad" y/o la simulación de actos sin sentido. Es decir, los artistas que utilizan la performance no estan advertidos de que no deberían acudir a la exageración de un acto cotidiano y muchísimo menos a la teatralización de una realidad forzada. 


Teniendo en cuenta lo anterior, el artista podría dejar a un lado el manierismo propio del lenguaje teatral -aun teniendo parentesco con la performance- ejecutando la acción de manera natural, quizás por qué no, más sincera. No me refiero, aclaro, a que una performance no ha de ser compleja conceptual y formalmente, de hecho sí que debería serlo sobre todo desde el aspecto formal que en este lenguaje se ha descuidado tanto, apunto a que las expresiones postizas de angustia, pánico, llanto, desesperación, tristeza o "demencia" no llegan a ser convincentes, y pareciese que su función se enfocara en tapar a través del espectáculo torpe, un discurso vacío, mediocre y sin valor.

Arthur Danto, en "La transfiguración del lugar común" analiza el problema de la intencionalidad en el arte con el fin de distinguir entre “meros objetos” (falsos) de “obras de arte”(verdaderas). Así mismo atrevidamente quizás, podríamos hacer una distinción entre una acción gesticulada (falsa), de un gesto en una performance (verdadera). La primera, se basa en simular a través de ademanes una circunstancia, un estado físico, un sentimiento o un estado mental inexistente en relación con el mensaje que se desea transmitir, generalmente el artista cambia sus facciones, gesticula exageradamente y gritos, cantos, o lloriqueos acompañan esta clase de trabajos; en este sentido, podemos recordar la acción The onion (1996) de Marina Abramović,. La segunda, se caracteriza por la espontaneidad en el momento, el artista dispone objetos (o no), los usa, interactúa con ellos, con el público, puede equivocarse y permite que suceda lo inesperado. 

Para ejemplificar a qué me refiero aquí con el gesto natural, recordemos acciones como “Una cosa es una cosa” de la artista colombiana María Teresa Hincapié donde ella presenta (no representa) la acción de ubicar diversos objetos en el suelo, disponiéndolos en fila con naturalidad y sobriedad; del mismo modo, obras como las de Regina José Galindo dan muestra de que aunque sus proyectos puedan contener un marcado componente social y político, son trabajos hechos con tal acierto que son una muestra irrefutable de sí pueden existir los criterios para hacer una buena performance independiente de su tema de reflexión.


Otro trabajo importante a destacar dentro de lo que se plantea como muestra de una acción rigurosa y coherente, aparece en el trabajo de la artista María José Arjona, una de las representantes más importantes de Latinoamérica en el género performátic,  puesto que además de haber trabajado con Marina Abramović, sus obras son propuestas lúcidas, cargadas de fuerza y de coherencia formal al momento de ser presentadas ante el espectador. Sus performances no contienen de manera explícita un ademán teatral o forzado, aún cuando la artista haya realizado una planificación cuidadosa en la selección de los elementos, el vestuario y hasta el "guión"de su acción.

Cerrando estas reflexiones cabe mencionar que "los gestos antinaturales y el exhibicionismo del dolor que en las procesiones religiosas son ignorancia y fanatismo, para el arte contemporáneo son arte", señala la crítica Avelina Lesper con algo de razón. Teatralizar el dolor y exponer los traumas para ganarse la fama, a los museos, el presupuesto, a los curadores y hacer parte de la “historia del arte”, son algunos aspectos que generan estas tensiones, desde las cuales, el artista deberá sopesar en una balanza sus prioridades, si lo que desea es la fama rápida y el "prestigio" inmediato, o si le interesa dedicarse de manera consciente y disciplinada a explorar, investigar y desempeñar un papel serio en un medio que aparentemente sólo demanda espectáculo, sin dejar de ser consciente además, de que como en las feria o en cualquier otro tipo de exhibición con propósitos más que artísticos, de marketing, quien más enseña es quien más gana, y lo que desde lo artístico a veces no tiene valor, paradójicamente en el mundo del arte, es lo que más vale.




lunes, 5 de mayo de 2014

Una pequeña nota acerca de CONTRAEXPEDICIONES

Ayer, un "domingo de museo", no de fútbol, por lo menos no para mi, me dispuse a realizar una tarea que por razones de tiempo y obligaciones no había podido realizar. Ver la exposición CONTRAEXPEDICIONES que se encuentra en este momento en el Museo de Antioquia.
Cabe mencionar que, no tenía mucha expectativa respecto a esta muestra, dado que los ejes curatoriales giran en torno a problemáticas que no tocan demasiado mi interés, sobre todo porque presiento que se exploran formalmente de maneras repetitivas y aburridas. Sin embargo, sé que son necesarias revisar.

Como esto consiste en una nota rápida trataré de ser breve:

-Primer gran desconcierto, la museografía: Las salas están atiborradas con obras en exceso, la museografía es sucia, no hay espacio entre las propuestas, pero tampoco hay un diálogo coherente entre ellas. Entrar a la sala donde se encuentran las bolsas de heno de Salcedo es desastroso, hay una saturación con obras que incluso podrían ser prescindibles de la muestra. Pareciese que había un afán por “montar a todos” donde fuera. Curiosamente, hay espacios más limpios que otros y hay más aciertos con algunas propuestas. Con otras hay un total desastre… El arrume de tierra… No!
-Encontré, como era de esperarse, muchísimas formalizaciones que parten de la documentación y el registro, es decir, fotos y fotos y fotos y fotos y fotos de la misma marginalidad, casas, campos y personajes dispuestos formalmente con los mismos gestos artísticos de esos que uno ve mucho en el Colombo Americano. (Es normal al estar Juan Alberto como co-curador de la muestra); fotos de salidas de campo e investigaciones que solo se quedan en el registro documentativo. Yo vuelvo y afirmo: "El problema no es justamente que el arte sea social, la responsabilidad de una mala propuesta radica en el individuo, en el agente responsable de la creación, no en su propósito, no en su finalidad, no en el medio, no en el material, no en el tema. La primera ocupación del artista debe ser con la obra misma, es decir, con el arte”.
-Otro aspecto curioso, el desequilibrio respecto al protagonismo de algunos artistas en relación con otros es evidente, algunas obras se ven ahogadas y otras son las reinas del show.
 -La división de los espacios con telas negras o paredes falsas que además poseen espacios a modo de “ventana” como la que se encuentra al lado de la obra de Libia Posada, me dejaron algo incómoda.
-Lo que me ha parecido interesante: Las intervenciones de Sara Herrera conectan de una manera bella toda la exposición, la fotografía de Camilo Echavarría de la serie “Paisajes Ilustrados” que se encuentra en el primer piso en la sala temporal Norte me dejó perpleja, es hermosa, aun si “abusó” demasiado del retoque, para mí es maravillosa, una fotografía que tiene más un carácter pictórico que fotográfico. La obra de Gabriel Botero “Historias de un ingenio inútil” también ha sido una de las obras que ha llamado mi atención, al igual que las obras de los artistas: Víctor Muñoz con sus caracoles y la relación que  hace de estos curiosos animales y la migración, la obra de Juan Esteban Sandoval es absolutamente bien lograda tanto formalmente como todo el proyecto que esconde detrás de esta, las figuritas de Ethel Guilmour adorables, el trabajo de Julián Urrego acerca del mito del dragón en el viejo peñol, interesante y con una formalización sencilla, pero clara, el trabajo del colectivo AGROARTE, muy bello desde todo lo que proponen, al igual que el trabajo del artista Juan Vélez, con los grupos colectivos y sus intervenciones en diferentes puntos de la ciudad.   Se me escapa de esta lista un artista que recuerdo es de Brasil, con una obra que me produjo mucho interés, se trata de tres proyecciones de video en las cuales aparecen un pez en ahogo, una mano que lucha contra un cangrejo y otras escenas que me han impactado.
Para concluir, y retomando un párrafo de otro de mis textos: “el arte es una cosa que se cumple en una forma, no en cualquier forma ni de cualquier forma”, afirmaba Ramón Mayrata. Cuando el artista se soporta de un fenómeno social para formalizar su propuesta, en muchas ocasiones el trabajo no llega a condensarse en una obra de arte como tal, en tanto, ésta, tiende a diluirse en solo una experiencia de artisticidad; en consecuencia, el resultado puede ser: grato, útil, simpático, conmovedor, reivindicativo, interesante o hermoso y puede proponer una actividad creadora, pero no resulta una creación. 







lunes, 21 de octubre de 2013

Lo que ves no es lo que ves. Cuatro maneras de connotar el vacío en el 43 SNA


Una palabra mal escrita sobre la fachada de un museo, una sala por cuyas paredes brota aguardiente a borbotones, una habitación de temperatura sofocante o una precaria estructura de hierro que sostiene pequeños dibujos y pinturas acompañada además por una mesa con objetos de confusa apariencia; estas, son cuatro propuestas artísticas todas ellas con una característica en común: connotar el vacío, aludir a la ausencia. 
La idea en sí misma como materialidad o el progresivo fenómeno de la desmaterialización del objeto artístico en donde la obra física se convierte en solo uno de los componentes de la obra de arte: la experiencia misma, son premisas que hacen parte de nuestro extenso mapa de códigos adjuntos a lo que se ha definido como arte contemporáneo. Dichas formas de creación aparecen como estrategias que retoma el artista cuando lo inquieta una necesidad a despojarse de la literalidad mediática. Para un espectador, aquel que no hace parte de los “entendidos en el tema”, le resulta complejo descifrar el mensaje oculto (en principio), de percibir lo que no se ve, pero que, sin embargo, aparece; de abandonar por un momento ese horror vacui tan característico en nuestra cultura occidental. La norma del gusto "estándar", aquella que se inclina por la representación mimética de las cosas, el artificio en la laboriosidad técnica y los supuestos que proclaman “el arte como una manifestación de la virtud manual del hombre” se ven en apuros cuando afrontan obras como Hantioquia de Fernando Arias, Manantial de Carlos Uribe, Sin título (La historia del sudor) de Liu Chuang, o Dibujo, pintura, escultura (Un artista del hambre) de Lucas Ospina, tanto por la singularidad de sus materiales, como por la simplicidad y precariedad (aparente) con la que se encuentran elaboradas las piezas.

Invirtiendo la controversial sentencia de Frank Stella, "what you see is what you see", (lo que ves es lo que ves), estas obras nos advierten que no podemos verlo todo, que las obras de arte no solo muestran algo bajo una determinada luz, sino que poseen más propiedades que aquello que muestran en la superficie. Que sus características no obedecen simplemente a determinados códigos estéticos, sino que proponen un reto de pensamiento y perspicacia para el espectador, induciéndolo de esta manera a elevar sus niveles de percepción y quizás, comprensión del mundo. 


Hantioquia de Fernando Arias . Exposición Antioquias/ Museo de Antioquia

El artista Fernando Arias sugiere un “error” gramatical que deriva de un planteamiento metafórico pero cargado con una alta dosis de ironía. En su obra, anteponer una H a la palabra Antioquia, es un gesto con el cual pretende señalar lo que en Antioquia no suena, lo que no deseamos oír, los que están silenciados, pero que, sin embargo, existen y permanecen…”la H es muda, pero no ciega”, comentaba un espectador para el cual si fue claro el mensaje. “Nosotros los antioqueños nos quedamos mudos, pero no somos ciegos” afirma. Esta ausencia de voz, es la ausencia en HAntioquia, ausencia que paradójicamente se lee como la presencia de una errata para quienes sus ideas en extremo conservadoras no les permiten escuchar a un pueblo, o dimensionar el sentido (más que la forma) en una obra de arte.

Manantial es la obra del artista Carlos Uribe que se exhibe en el antiguo edificio Antioquia y que hace parte del 43 Salón (Inter) Nacional de Artistas. La obra consiste en una pequeña habitación de cuyas paredes emana constantemente “aguardiente”. La propuesta de Uribe es para sentirse tanto más que para observarse, el componente experiencial de habitar el espacio, el olor que nos inunda el sentido activa la obra para completar su finalidad. La inexistencia del “objeto” artístico subraya en la obra Manantial, la posibilidad que ofrece el arte de acercarnos a ella desde otras eventualidades perceptivas, donde la obra no se contiene bajo la misma luz para una revelación inmediata. El espectador podrá estar desconcertado al enfrentarse a la puesta de Uribe, pero, no podrá evitar identificar allí una cultura, un pueblo, rememorar situaciones propias o ajenas con el particular líquido que emana por esas paredes y, sentir después de un rato, que ese espacio no le es ya tan ajeno.

Luego de visitar la obra de Carlos Uribe, dirigí mi atención a una de las obras más “desconcertantes” de la actual muestra que ocupa el edificio Antioquia. En una pequeña sala podía percibirse una atmósfera húmeda un tanto molesta, un aire denso y sofocante que te conduce de inmediato a sentir un lugar distinto. Esta era precisamente la idea, este es el componente principal de la enigmática obra de Lui Chuang, una habitación sin aire acondicionado. Afuera, varios dispositivos que enfriaban la temperatura para hacernos sentir ese cambio de ambientes; el título: La historia del sudor, nada más pertinente para una obra donde juega de nuevo la primacía de la idea sobre la materialidad de la forma, y de nuevo la importancia del componente experiencial, puesto que, la obra es activada, vive y toma sentido en el cuerpo mismo del visitante, ese hic et nunc del que Benjamin advertía, paradójicamente aparece de manera especular en obras como La historia del sudor de Liu Chuang. Sin embargo, a diferencia de la obra Manantial de Carlos Uribe, La historia de sudor suprime por completo la metáfora, produciendo que la obra se mueva entre fronteras no del todo definidas que pueden advertir una extrema e insustancial obviedad o una compleja amalgama de significaciones. Un espectador confuso que allí se encontraba, preguntaba una y otra vez a la guía de sala, cuál era la obra, y aseguraba que allí no había nada. En efecto, la inexistencia de la materialidad y la necesidad absoluta de sentir la obra es la propuesta que ofrece Liu Chuang para este Salón. “De la existencia provienen las cosas y de la no existencia su utilidad” es una antigua frase Tao. La simplicidad “aparente” de esta obra contiene esta premisa de manera contundente.

Finalmente, una obra de marcada extrañeza: una particular estructura de hierro que sostenía pequeños dibujos, unas cuantas pinturas y una mesa con una serie de objetos blancos de precaria apariencia. Este inquietante aparataje fue lo que Lucas Ospina llamó: Dibujo, pintura, escultura (Un artista del hambre). En la obra el mensaje de Ospina podría leerse como un comentario irónico y hasta satírico hacia lo que significa ser un artista en la actualidad, recordando un poco el relato de Kafka, todos (los artistas) podríamos ser ese ayunador deplorable que espera con ansia la atención de algún espectador interesado en su patético show. Por otra parte, la extraña instalación aparece como un chiste a lo que se supondría la “sacralización museal” de las obras que este contiene. Es decir, la pieza de Lucas Ospina parece una obra anti-salón; quizás en este sentido, pueda estar significado su vació. En Un artista del hambre el concepto subyace al objeto y la disposición aparentemente inapropiada es la que da sentido a la obra… Quizás en esta, lo menos importante sean los dibujos, las pinturas y los objetos extraños que allí aparecen.


Dibujo, pintura, escultura (Un artista del hambre) Lucas Ospina
43Sna/ Edificio Antioquia




domingo, 18 de noviembre de 2012

CÁNDIDO: sobre la inocencia del estudiante de artes.

Juan Mejía 

Ingresé a la academia de arte en el año 2006 sin tener la menor sospecha posible de la avalancha de malestares que me esperaban en este camino del mundo (o mundillo) de las artes plásticas. Lo más sencillo del proceso fue aprender las técnicas tradicionales de dibujo y pintura (de escultura no hubo nada significativo en ese entonces) y, aunque nos gustaba llamarlas “experimentales” no hay nada más tradicional que el trabajo de un estudiante que apenas asoma el cuarto semestre. Las cosas no mejoran mucho aun cuando se está ad portas de recibir el papel que dice que usted será un artista. Eso sí, si le alcanzan las agallas, la dedicación y el potencial (además de la influencia, la malicia y el dinero) para sustentar afuera lo que dice ese papel que le dieron en su academia.
Tristemente, empecé a sospechar que la sobrevaloración del término “artisticidad” y la banalidad en quienes se cuelgan tamaño atributo, deja ver la amplitud de nuestra miseria creadora; esto como consecuencia de que no sabemos entender el lenguaje ni visual, ni teórico. En este sentido, la pasividad cerebral nos impulsa a erigir la ceguera o el mutismo propio como regla universal de percepción: “No comprenden mi trabajo genial, luego ustedes son idiotas”. (1)
De no ser por Walter Benjamin trilladamente leído casi por obligación, dudo que alguna teoría bien estructurada esté presente en el discurso de los más perezosos estudiantes de artes, y nisiquera en la boca de los engullidores de vino de caja en cócteles y aperturas de exposiciones en las cuales estoy siempre presente ¡claro!
Desde esta perspectiva, si un estudiante imagina que el arte es tener más o menos virtuosismo para realizar manualidades, si cree que será indispensable para el medio artístico porque su notas de 5.0 lo confirman, si piensa que puede cambiar al mundo a través de su pseudo altruismo de artista comprometido, ese ingenuo estudiante está equivocado. Sin embargo, esta perspectiva puede ser comprensible dado que ahora se habla bastante banalmente de culture in action, concepto impuesto con mayor insistencia en países de tercer mundo cuya traducción más exacta a esta expresión sería el auxilio social, donde el artista se metamorfosea terroríficamente en una señora que piensa que el arte actual tiene como función contribuir a la calidad de vida del desvalido. 

Evidentemente, al menos es evidente para mí, los repetidores de garabatos panfletarios parecidos entre sí, ad nauseam (2), suelen ser realizados por mentes presas del provincianismo artístico (atención, yo soy provinciana), en el cual, se destacan artistas a los que, supongo yo, "la vida y sus crímenes" les obliga a pintarrajear casas ajenas con el comodín ya bastante incómodo de proponer que están haciendo  "arte urbano" y peor aún, "arte relacional" (léase a Nicolas Bourriaud y luego a Claire Bishop), e ilusoriamente se considera esta práctica un tipo de arte que, hija de su tiempo, debería redimir a la periferia. Sin embargo, tampoco ha de ser al contrario, el estudiante sufridor de las excentricidades del artista incomprendido-esnobista que se cree genial, aunque mi posición sea anacrónica, paradójicamente las esferas del arte oficializado, dada su alta concentración de arribismo social, siguen respaldando a estos artistas "esnobistas" y rechazando un tanto más a los discursos V de Vendetta, porque hasta para ejercer de súper héroe hay que ser bastante idiota y nuestra burbuja del arte no permite idioteces, salvo que sean idioteces bastante snobs. 

Con este panorama nos acostumbramos como estudiantes a concebir como ciertas, una cantidad de teorías cual embutidos de comida chatarra cada vez más deglutidos por mentes convertidas en sacos bien pensantes, es decir, profesores mediocres deseosos de sazonarnos en miedos, prejuicios y fracasos propios que fatalmente solo frustran a nuestro joven y ya bien castigado cerebro (joven no en edad, dado que aquí para bien o para mal nuestro a los 50 años aún puedes ser un artista emergente, es decir, "joven”). 

Entendiendo estas consideraciones no debería haber más certeza para un estudiante en el ejercicio de hacer obra, que la obra misma, y no puede existir más responsabilidad que con el contenido y la factura de su ejercicio de obra para ser presentada en algún futuro ante el público. 
Luis Camnitzer
Se debe recordar que afuera no hay 5.0 y mucho menos usted será la estrella de nada; afuera, sépalo bien, hay más artistas que abejas tiene un enjambre que hacen lo mismo y mejor que usted. Exponer en el bar de un amigo es lo mismo que nada para el medio artístico, ganarse un Salón de Estudiantes lo único que genera es la envidia de sus compañeros de clase que tienen el panorama igual de corto que el suyo, pero que le van a mirar con recelo mientras dicen a sus espaldas “este ya se cree artista”. Más aún, tenga cuidado si ellos y hasta usted mismo sospecha que ese premio no ha sido muy bien merecido por cuestiones de influencias bastante poco éticas, donde el jurado es su amigo o cualquier otra cosa, más que su docente. Todo esto, no en vano surge como una muestra del pavor al otro y a la justa competencia, a lo ajeno como peligroso de nuestro propio éxito, de manera que se piensa que podemos escalar a toda costa, porque todos somos un@s_____ (rellénese libremente) o lo que es lo mismo, porque ya nadie respeta a nadie realmente.

Por otra parte, puedo entender que es confuso leer a Borriaud, Deleuze, Boris Groys, Anna María Guash, Hall Foster, y por supuesto Walter Benjamin, mientras ejecuta su manualidad de clase que contenga “concepto”, intentando descifrar además ¿qué es lo que el arte o el medio del arte desea de mí? Si nunca se ha hecho esta pregunta porque “el medio no le interesa”, es usted tremendamente hipócrita escudándose en el desinterés que produce el miedo y el resentimiento de sentirse renegado o, quizás, estés en el lugar equivocado y para desistir siempre hay tiempo. Si no es este el caso, no nos hagamos los falsos modestos que no hay nada más detestable que el artista que se hace el humilde para agradar. Si usted es estudiante de arte, es probable que la primera y última motivación como afirmaría brillantemente Nietzsche en su Ecce Hommo sea el EGO, ese sentimiento que nos invita a pensar “Escuchadme pues, yo soy tal y tal. ¡Sobre todo, no me confundáis con otros!” (3).
En nuestro interior sabemos que no nos interesa tanto como afirmamos la pobreza mundial, ni la contaminación, la polución o el calentamiento global, ni siquiera, ya me las arreglaré yo, las diferencias de género. Estos, no son más que pretextos teorizados, comodines parciales para sobrepasar al otro en el mundo de la competencia artística y tal vez trascender en el tiempo para ocupar un pequeñísimo renglón en la historia. Por cierto, ese período de no aceptar muy francamente por qué deseaba hacer arte, ha sido ya casi totalmente aceptado desde mi desconcierto, precisamente por ver la repetición insulsa de barbaridades que he cometido yo y que han cometido los otros cada vez más estúpidas, más también y sobre todo por la súbita reaparición del terror… A la trayectoria del otro. De eso hay que estar completamente curado.

Juan Mejía 
En este punto, me siento en la obligación por solidaridad quizás -no sin un tanto de pena- de despojarlos de la vana idea de pensar que sobresaliendo brillantemente en la academia, seremos “gente de bien” en el sistema del arte. Competir con su compañero de clase que además es más mediocre que usted jamás se podrá comparar con la avalancha de artistas mucho más privilegiados, más creativos,  con más influencias o con más dinero (algo fundamental para ser artista) que se los tragará fuera de su facultad, de un zarpazo.
Este pensamiento cándido de que "quiero ser artistas porque quiero ser famoso", que invadió nuestras mentes está arraigado al concepto de arte que nos ha sido vendido más falsamente que el ideal romántico de una película de Walt Disney donde todos lloran y aplauden al final. 

En resumen, como estudiante deberá tener claro que el circuito del arte está compuesto por ciudadanos algo inteligentes, algunos bastante anti éticos y corruptos, casi todos con más dinero que talento, otros lamentablemente bastante arribistas, agrupados por un interés común: rodearse de gente curiosa (que sea “culta” y “de bien”) que le ayude a cultivar su EGO y por supuesto su bolsillo para sentir que no hacen parte de la “masa”. 
Ese propósito que tiene el estudiante de sobresalir con esfuerzo, honestidad, trabajo y potencial, resulta descompuesto al contacto como por ácido cuando aparece alguien con más privilegios, cuando los amiguismos y los intereses se asoman, y cuando el dinero no es suficiente para producir su obra o comprar al curador o asesor con uno que otro regalo de cuando en vez.

El verdadero arte, contrario a la historia y a todos estos falsos, ajena a todo ensalzamiento de la “buena gente”, como lo escuchamos de Felix Duque, es aquella destinada a transformar personas en individuos libres y autoconscientes. 

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NOTAS:

1.… Pero si se teme o si se desprecia en tal medida los fundamentos filosóficos de una obra y si se reclama tan intensamente el derecho de no comprenderla y de no hablar de ella, ¿por qué hacerse artista? Comprender, esclarecer, es, justamente, el oficio de ustedes. Roland Barthes, Mitologías.
2. La expresión ad nauseam es una locución latina que se utiliza para describir algo que continúa hasta llegar al punto de producir náuseas. Un argumento ad nauseam, es una falacia en la que se argumenta a favor de un enunciado mediante su prolongada reiteración, por una o varias personas. Esta falacia es empleada habitualmente por políticos y retóricos, y es uno de los mecanismos para reforzar las leyendas urbanas. En su forma más extrema puede ser también un tipo de lavado de cerebro.
3. Ver, Friederich Nietzsche, ECCE HOMO, Como se llega a ser lo que se es. Prólogo. Madrid, Alianza Editorial, El libro de bolsillo 1996.





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