Los diferentes debates sobre la estética y las prácticas artísticas contemporáneas que han ocupado la mente y la producción de textos de los pensadores más sobresalientes de nuestra época, se han desarrollado bajo una serie de temas que van desde el propio sentido de la estética en la actualidad, en tanto que preguntarse por el propio sentido de la estética significa entender su lugar y sobre todo, su potestad para indagar sobre los acontecimientos del arte; así como la pregunta por su autonomía, los regímenes de identificación de las artes bien en clave de Rancière, tanto como los debates que responden al sentido de la expresividad y la exterioridad, el comportamiento de la estética sobre el devenir 'cuerpo', la experiencia del arte como fenómeno cultural y social, y por supuesto, el carácter de la experiencia estética, entre otros...
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El profesor e investigador José Jairo Montoya Gómez, con quien he tenido el placer de compartir el espacio académico, un hombre al cual le tengo una profunda admiración y respeto, ha publicado su último libro: Despliegues Estéticos: Trayectos de sentido(s). Un debate actual, (2021). El libro, ha sido publicado gracias a la Maestría en Estética y Creación de la Universidad Tecnológica de Pereira, cuya editora ha sido la directora de la maestría, investigadora y docente Margarita Calle Guerra, quien hizo un trabajo impecable en términos de diseño y edición, pues el texto es absolutamente amigable de tener en las manos y muy agradable de leer, tanto por su formato, su tamaño, como por la distribución y diagramación de su contenido.
Despliegues Estéticos: Trayectos de sentido(s). Un debate actual, inicia con la pregunta fundamental por el sentido de la estética, y este interrogante tiene como antecedente el seminario realizado por el profesor Jairo Montoya en la Alianza Francesa de Medellín en el año 2015: ¿Tiene sentido la estética? (¿Y de la estética qué?), que le sirvió, como el mismo señala, como punto de partida para construir este texto inicial, que no se trata de un "texto sobre...", sino que ha intentado realizar "la recuperación de algunos de los trayectos que este campo de la estética ha ido trazando, junto al esbozo de los proyectos que el mismo arte ha configurado en torno al problema del sentido y de la sensibilidad". Así, el mismo profesor nos advierte que este no es propiamente un libro de estética, sino un libro que decanta los temas que han ocupado su interés académico los últimos años, esbozando posibles caminos de reflexión sobre temas que hoy tienen pertinencia. En el resumen que nos presenta la editora podemos leer lo siguiente:
“Este libro constituye un aporte significativo a
las preocupaciones académicas más recientes sobre las prácticas artísticas y
estéticas contemporáneas y a su lugar, siempre en crisis, siempre en expansión,
de sus expresiones más complejas, en virtud de lo que tales prácticas imponen
en su rebeldía y en sus búsquedas por ampliar lo que aquí el profesor Jairo
Montoya procura resolver a la manera de una discusión que desborda el mero
ámbito académico universitario, pues los límites en el debate de las ideas
devienen tan difusos como pretender acorralar el concepto de arte contemporáneo
en unas cuantas sospechas interpretativas”
Despliegues Estéticos: Trayectos de sentido(s). Un debate actual, se suscribe sobre cuatro ejes conceptuales que han ocupado las
reflexiones del profesor Montoya y, por supuesto, debates que puntualizan en
las prácticas del arte hoy, a saber:
Téchne, poíesis, aisthesis o el arte como mnemotécnica: En
este primer apartado nos encontramos varios sub-ejes de relación como: Estética
y sentido; Téchne, poíesis, aisthesis o el arte como mnemotécnica, Técnica,
cultura, memoria: o los procesos de desterritorialización.
Las reflexiones inician con la relación entre el sentido y la
estética y/o el sentido de la estética en la actualidad, y nos recuerda que
aquellos que proclaman de forma apocalíptica que la estética ha desaparecido,
producto de una confusión que la propuso como único régimen histórico de
identificación del arte, o bien porque se entiende como un concepto ya
"trasnochado" para hablar del mismo; así como aquellos que pretenden
preservarla en su pureza filosófica, "desparramándola por todas
partes", es decir, "confundiéndola con la vida cotidiana",
deberán saber que lo que se pretende, es recuperar la actualidad de su debate para
"repensar el espacio que ella termina configurando." (p. 21).
En el texto, el profesor Montoya cita de forma aguda aquel apartado de Rancière que hace parte de su libro El malestar en la
estética (2011), donde el filósofo hace una
revisión de la noción de estética (que bien puede ser un diagnóstico), y
propone reelaborar el sentido mismo de aquello que es designado por el concepto
de estética, entendiendo este como un régimen específico de identificación y de
pensamiento de las artes:
La estética tiene mala reputación. Casi
no pasa un año sin que una nueva obra proclame o el fin de su era o la
perpetuación de sus fechorías. En uno u otro caso, la acusación es la misma: la
estética sería el discurso capcioso mediante el cual la filosofía -o una cierta
filosofía- desvía en provecho propio el sentido de las obras de arte y de los
juicios de gusto. Si bien la acusación es constante, sus expectativas varían.
Hace veinte o treinta años, el sentido del proceso podía resumirse en los
términos de Bourdieu. El juicio estético, "desinteresado", tal como
Kant había fijado en su fórmula, era el lugar por excelencia de la
"negación de lo social".
La distancia estética servía a
disimular una realidad social marcada por la radical separación entre los "gustos
de necesidad" propios del habitus popular y los juegos de
la distinción cultural reservados a aquellos que poseían los medios para ella.
En el mundo anglosajón, una misma inspiración animaba los trabajos de la
historia social o cultural del arte. Unos nos mostraban, por detrás de las
ilusiones del arte puro o las proclamas de las vanguardias, la realidad de las
restricciones económicas, políticas e ideológicas que pautan las condiciones de
la práctica artística. Otros saludaban, bajo el título de The
Anti-Aesthetic, el advenimiento de un arte posmoderno, que rompía con las
ilusiones del vanguardismo. (Ranciére, 2011, 9-10).
¿Qué sentido tiene la estética?
¿Es la estética creadora de sentido?
¿La estética tiene sentido?
¿Qué sentido crea la estética?
Cada uno de estos
interrogantes son trabajados en el texto y tomados como puntos de anclaje donde
el profesor forja relaciones desde el sentido de la estética, a partir de sus
procesos de legitimación -como arte-, a los procesos de legitimación referidos
específicamente a las prácticas artísticas, y nos señala, además, que
"[...] lejos de ser una actividad que por su condición sustitutiva de
los intereses racionales (es decir, los "discursos filosóficos" sobre
arte), que tradicionalmente la han subordinado a sus proyectos, le han exigido
una legitimación, que así la justifique, configura de otro modo un
espacio constitutivo de lo humano." Y continúa: "Si
algún sentido preciso tiene esta experiencia del arte, es el que ella 'arma'
comunidad." (p. 26).

2. Los regímenes de identificación del arte, cuyos sub-ejes son: El régimen mimético de identificación del arte;
¿Autonomía del arte?; La estética como ámbito de legitimación de las
"bellas artes"; El régimen cultural de identificación de las
prácticas artísticas; El arte expandido o la borradura de fronteras.
Luego de indagar en una serie de relaciones y reflexiones sobre el sentido de la estética y sus
procesos de legitimación, el segundo capítulo del libro está enfocado en
ahondar sobre los regímenes de identificación del arte, tomando como
punto fundamental la propuesta de Rancière, que bien tiene matices -propone el
profesor Montoya- con el trabajo arqueológico desplegado por Michel Foucault en
torno a las formaciones históricas, concebidas como "auténticos
agendamientos de lo visible y lo enunciable" (Deleuze, 2013, 9 - sig.), y
propone que estas superficies de visibilidad y de esos campos de legibilidad (lo
visible y lo enunciable), anclan sus raíces en la deriva paleontológica de la
hominización, retomando, como es de esperarse, las reflexiones de Leroi
Gurhan.
Ahora bien, cuando se
habla de los regímenes de identificación del arte, el profesor Jairo Montoya
recuerda cómo en El problema de la identificación general del arte,
Umberto Eco ofrece una descripción que sirve para indagar sobre dichos
regímenes:
Antes este empalidecimiento del valor
estético frente al valor cultural abstracto, y ante el consiguiente prevalecer
de la poética sobre la obra, el diseño racional sobre la cosa diseñada (fenómeno
que solo por miopía algunos críticos designan como exceso de intelectualismo en
esta o aquella obra, no comprendiendo que el problema refleja toda una concepción
del arte), surge espontáneamente la expresión “muerte del arte” para indicar un
acontecimiento histórico que, sino apocalíptico, representa por lo menos un
cambio tan substancial, en la evolución del concepto de arte, como el que se
verificó en la Edad Media, el Renacimiento, el Manierismo, con el ocaso de la concepción
clásica (artesanal-canónica-intelectualista) del arte, y el advenimiento
de la concepción moderna (ligada a las nociones de genialidad individual,
sentimiento, fantasía, invención de reglas inéditas). (Eco, 1970, 128).
En adelante se
analiza, en primer lugar, el régimen mimético de identificación del arte que
será, como vemos más adelante en el texto, el régimen representativo de
las artes, el cual Rancière describe de la siguiente manera:
"En ese régimen, el arte no está
identificado como tal, pero se encuentra subsumido bajo la cuestión de las
imágenes. Hay un cierto tipo de entes, las imágenes, que son objeto de una
doble interrogación: aquella de su origen y en consecuencia de su contenido de
veracidad; y aquella de su destino: de los usos a los cuales sirven y de los
efectos que me inducen. Concierne a ese régimen la cuestión de las imágenes de
la divinidad, del derecho o la prohibición de producirlas, del estatuto y la
significación de las que se produce. También le concierne toda la polémica
platónica contra los simulacros de la pintura, del poema y de la escena
..."
Aquí, se entiende más
que la imitación como copia, -dice el profesor- como una acción del mimo de
teatro que al realizar 'cosas irreales', 'mima' cosas reales, para producirnos
efectos inesperados ("lo que convence es lo posible"), contando una
'historia' ya no como 'descripción de las cosas que realmente han sucedido'
sino como narración de 'aquellas que podrían haber sucedido y que son posibles,
según la verosimilitud o una necesidad. La mímesis es lo que distingue el
saber hacer del 'artista' del que corresponde al artesano. Además, se le
llama poético a este régimen, justamente porque identifica las artes, o
"lo que en la edad clásica se llamaron bellas artes", en el seno de
una clasificación de maneras de hacer, y de valorar las
imitaciones; así mismo, se denomina representativo en
tanto que es la noción de representación o de mímesis la que organiza
esas maneras de hacer, de ver y de juzgar. Pero, escribe muy
asertivamente, "la mímesis no es la ley que somete las artes a la
semejanza". Así, el régimen mimético es "un espacio de reparto que
organiza: maneras de hacer, (de ahí que es poético), maneras de ver (de ahí que
sea mimético o representativo), y maneras de juzgar (de ahí que sea
ético).
Ahora bien, cuando hablamos sobre las “maneras de juzgar”, sin duda
estamos hablando del carácter ético de las imágenes, que bien ha llamado Rancière
el régimen ético de las imágenes. Este régimen ético es aquel que
toma aquella representación, como ejemplo, de una divinidad, y “su percepción y su juicio se
encuentran subsumidos por las preguntas: ¿Se puede fabricar imágenes de la
divinidad? ¿La divinidad en imágenes es una verdadera divinidad? Y si lo es
¿esta imagen es como debe ser? Em este régimen no hay parte propiamente dicho,
sino imágenes que se juzgan en función de su verdad intrínseca de sus efectos
en la manera de ser de los individuos y la colectividad”.
Seguidamente el
profesor Jairo Montoya continúa con su análisis sobre el régimen poético/mimético mencionando
la síntesis realizada por José Luis Pardo “al mostrar cómo el concepto de
Belleza “artificial” que justifican buena parte de las reflexiones en torno a
esta especie de “hacer creador del arte” tiene a su base no solo un concepto de
“Belleza objetiva o natural” sino también una forma particular de concebir la
realidad”…
Continúa en la
segunda parte... (Próxixmamente).