Texto escrito para La Artillería en su edición # 12 Edición especial dedicada al Arte Urbano.
El siguiente texto aborda algunos planteamientos del filósofo y catedrático Félix Duque Pajuelo, tomando como base uno de los textos fundamentales
dentro de las investigaciones que se ocupan de analizar la relación entre el arte
y las sociedades: “Arte Público y Espacio Político”. A partir de éste, podremos esclarecer cuáles son los tres
factores hostiles que “prostituyen” las funciones mismas del Arte Público en
relación a la creación de “espacios políticos” y su intencionalidad reveladora de ser un arte "democrático".
Hoy, en esta
era de la "posmodernidad" en la que Zygmunt Bauman afirmaba que ya no
existen los ideales sólidos que propuso aguerridamente el proyecto moderno, el
arte, aún continúa con la tendencia de alfabetizar a través de la manipulación de las mentes y los deseos del pueblo, utilizando
la propaganda pública, ya sea proyectada desde el espíritu rebelde del artista
exiliado de la burbuja que resguarda al sistema del arte oficial,
es decir, desde la disidencia, o por otro lado, desde la intervención en las
calles del artista privilegiado cuyo trabajo no desea reconocerlo como
una insulsa manifestación cultural del entertaiment
esnob y por lo tanto, ha de estar al
servicio del pueblo o de su comunidad, con obras que tengan ante todo, la
propiedad de causar conmoción.
Estas dos perspectivas encarnan algunos síntomas de lo que aquí llamaremos Arte Público.
Estas dos perspectivas encarnan algunos síntomas de lo que aquí llamaremos Arte Público.
Antoni Remesar profesor de la Universidad de
Barcelona y director de CER-POLIS nos da una definición de arte público
bastante interesante a saber: “Es pues el
arte público, el conjunto de intervenciones estéticas que actuando sobre el
territorio desencadenan mecanismos sociales e individuales de apropiación del
espacio que contribuyen a co-producir lugar”1.
Ahora
bien, una de las funciones fundamentales del arte público además de co-producir lugar, lo cual es entre otras
cosas permitir que el público se reúna en su entorno en cuanto creadores (ellos
mismos) de un ambiente abierto y dinámico, es decir, el arte público cumple en
términos de Félix Duque su función de espaciar
“hacer sitio” (de encuentro, de referencia, de entretenimiento, de memoria, etc.), es la de servir como decorado de una
zona que ha de necesitar cierta "renovación urbana", sea esta patrocinada por agentes
gubernamentales con sus respectivas dinámicas institucionales en las cuales
pagan un dinero “considerable” al artista de moda para que ejecute una obra que en la mayoría de los casos se reduce a reproducir a
escala colosal lo mismo que ubicaron dentro del museo; o por otro
lado, pueden las instituciones lanzar esto que llaman una “convocatoria pública”,
estilo concurso de arte, donde el premio será aportar precisamente ese
decorado citadino oficial, que abarque puentes, columnas, calles o fachadas.
En oposición
a esto, quienes son conocidos por la jerga popular como artistas urbanos, recurren a posicionar su estética callejera como
una marca territorial a través de grafitis o murales hechos sin el control de
la institución. En cierto sentido, el arte público hecho desde los márgenes del sistema se
convirtió en un escape al control, en una irrupción a los mecanismos de poder y
entre tanto, a los mecanismos de percepción que impone por ejemplo el museo,
desde ese “deber” (como mencionamos anteriormente) de alfabetizar al público a
través de lo que conocemos como "alta cultura". Por lo tanto, estas manchas, mensajes y grafos que
aparecen en nuestra ciudad son una importante muestra de autonomía de quienes
las producen desde la calle y sus detritus, y constituyen entre otras cosas, la
manera más democrática de ver y de hacer arte.
Por otra parte, un número importante de las obra que hacen parte del espectro que constituye el arte público, son un grito esquizoide que en cierta medida ensucia, es un tremendo
ruido visual, y digo esto no con un sentido negativo, sino porque el paisaje
urbano está constituido por una gran acumulación de pastiches visuales,
carteles, grafitis, dibujos, textos, letreros, murales, neones, etc, que
protestan precisamente contra esa extrema pulcritud que se asigna desde el cubo
blanco para el arte y desde los estándares culturales que impone el poder sobre qué mirar, cómo pensar, en qué creer y cuando actuar.
5. Obra del artista urbano Banksy realizada en el muro de Gaza en Palestina,
6 y 7. Exhibición de Banksy en Sotheby's, una de las empresas multinacionales de subastas más
importantes del mundo.
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Sin embargo, el arte público tiene
tres enemigos propiamente dichos que al parecer son tres factores que se
encargan de desvirtuar sus funciones, porque son los mismos que infieren
precisamente en su ideación, producción y ejecución: ¡el enemigo está dentro!:
El primer gran enemigo del arte público
es el poder, el rico
perteneciente a la “alta cultura” como donante generoso cuyos recursos pondrá
al servicio de la patria y por lo tanto del pueblo, en donde uno de sus propósitos
es vender un nombre (gubernamental, corporativo o natural) en la ciudad. A esta
ciudad habrá que poner un conjunto de ornamentos luminosos, extravagantes, pomposos
y atractivos en una suerte de neo-disneylandización (sic) a la "altura y el buen gusto" de algunos ciudadanos
que aborrecen al grafitero o al artista urbano menor y que no quieren
hacer otra cosa que volver la ciudad un cliché, un refrito desmejorado de las
ciudades más “civilizadas”. En otros casos, el mismo poder institucional utiliza
la estética urbana nacida desde la
disidencia, y la manipula a su favor dando como resultado una intervención
efímera o perdurable en la que el poder
se une a la periferia para “vender ciudad”.
El segundo y quizás el peor enemigo
del arte pùblico es justamente el público
mismo, el grupo social bicéfalo que se
determina por la “gente del común” por
una parte, constituido por la clase media y baja que en la mayoría de los casos
se siente marginada, y por lo tanto, se ve conmovida por estas manifestaciones
artísticas genuinas y siempre incómodas en contra del poder, pero que
al mismo tiempo practican la mala costumbre de estropear, dañar, robar y
ultrajar cualquier otra intervención urbana oficial que no esté dentro de sus
ideales V de Vendetta. Es entonces
cuando el artista se ve en la obligación de pensar su obra considerando la
comunidad a la que estará expuesta, en palabras del artista, curador y
gestor Carlos Uribe: “Ello supone un
compromiso mayor: los enfrenta a personas que no tienen alfabetización
estética. La gente que va a una galería va predispuesta a ver una obra de arte.
En cambio, la obra que se lleva a la calle debe dialogar con saberes
espontáneos, que no son propiamente estéticos”2.
El segundo grupo social lo integra la clase alta, esa a la que generalmente incomoda todo cuanto no este a la “altura del buen gusto”, y son por lo tanto quienes de manera legal, intentan hacer por temporadas estas limpiezas urbanas (para nada honestas) en las cuales esconden lo “feo” movilizando vagabundos, borran murales y grafitis como ocurrió durante el VII Foro Urbano Mundial el pasado mes de Marzo del 2014, o como vimos hace poco cuando según informes de la prensa local tras una orden de la Alcaldía de Medellín, empleados de la Subsecretaría de Espacio Público y Control Territorial, taparon con pintura gris varios de los grafitis realizados en la carrera 43C, entre las calles 8 y 9 en el marco de Pictopía, Festival de Arte Urbano que fue realizado a finales de Octubre e inicios de noviembre del presente año3.
El segundo grupo social lo integra la clase alta, esa a la que generalmente incomoda todo cuanto no este a la “altura del buen gusto”, y son por lo tanto quienes de manera legal, intentan hacer por temporadas estas limpiezas urbanas (para nada honestas) en las cuales esconden lo “feo” movilizando vagabundos, borran murales y grafitis como ocurrió durante el VII Foro Urbano Mundial el pasado mes de Marzo del 2014, o como vimos hace poco cuando según informes de la prensa local tras una orden de la Alcaldía de Medellín, empleados de la Subsecretaría de Espacio Público y Control Territorial, taparon con pintura gris varios de los grafitis realizados en la carrera 43C, entre las calles 8 y 9 en el marco de Pictopía, Festival de Arte Urbano que fue realizado a finales de Octubre e inicios de noviembre del presente año3.
8 y 9.
Imágenes de las intervenciones urbanas borradas por orden de la Alcaldía de
Medellín. En la imagen inferior puede verse una nueva intervención después de
que pintaran el lugar.
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Es precisamente en este sentido cuando nos percatamos de que el público constituye el peor enemigo del arte público, puesto que encarnan un
enfrentamiento de clases, y esto se debe a que sus indicios estéticos se constituyen
desde el arte culto, el gusto por lo popular y el folklore. Desde esta
perspectiva cabe proponer un interrogante que aparece en el texto de Antoni
Remesar “Arte contra el pueblo” y cuya respuesta dejaremos como tarea de
análisis para el lector que nos sigue: ¿Cómo puede ser
algo público (democrático) y al mismo tiempo (elitista)?
El tercer enemigo del arte
público es lamentablemente el artista;
ese ciudadano deseoso de alcanzar un nombre y hacer un capital cuando responde
de manera servil al Estado, haciendo de su arte cualquier extravagancia siempre
y cuando sea del gusto de la “gente culta” o del poder, sin importar si le es
desleal a su autonomía creadora en tanto esto, signifique la oportunidad de
llenar sus arcas. Este aspecto no ha de ser muy importante y se olvida en el
instante mismo en el que el artista cree que está al servicio de eso que la
propaganda llama “crear ciudad”. Es decir, el artista que propone su trabajo
desde el arte público, oscila entre el halago al poder con la muy progresista
identificación del auxilio social, o bien pretende dejar su huella con sus
producciones en tanto actos convulsivos con el afán de irrumpir en esa
especulación inmobiliaria donde el aburrido poder geometrizante y la asepsia arquitectónica (porque “no somos animales” y hay que olvidar el sentido
de tierra) no deja otra salida que la de marcar territorio, (paradójicamente
igual que el animal), sobre todo en una ciudad donde nadie es realmente importante salvo
por el asesino o el violador, el cual, logró por un
momento la hazaña de que el público vuelva a ser “el pueblo unido” durante los tres
minutos que dure la noticia4. A partir de ese momento y de esas no
alentadoras circunstancias, aparece el artista que está dispuesto a solemnizar
la tragedia, normalmente a través de becas de cultura (siempre que haya capital, porque del altruismo tampoco se vive)
mediante un buen monumento que ha de servir de letrina a vagabundos y perros o
de lugar para fotos y selfies (incómodo
o absurdo para los menos entendidos) pero aleccionador y moralizante.
Si tomamos en consideración la
importancia de los eventos que se producen a consecuencia de las
contradicciones que manifiestan el poder institucional, el público y los
artistas, el arte público no configura en absoluto, según esto, un nuevo y más justo espacio
político sino que lo coloca en entredicho: Ya sea al poner en manifiesto la
enfermedad social justamente cuando el posmoderno hombre citadino intenta evadirla
fotografiándose y divirtiéndose en los solemnes monumentos, ya sea en cambio por la lucha obstinada del
público mismo contra los espacios oficializados, o bien, al introducir en las
esferas marginales de la urbe la voz de los muertos, en un sentido de “patria”
que cree honrarlos mediante un monumento fúnebre y austero que como ocurrió con
“Los niños de Villatina” ubicado en el Parque del Periodista en el centro de Medellín
que conmemora la masacre de un adulto, siete jóvenes y una niña de ocho años en
1992, este hecho como “solución amistosa” con el fin de “subsanar” el
daño para los afectados incluyendo a sus familiares, no significó nada, el
rechazo fue inminente, lo consideraron como un gasto de dinero innecesario y
los niños, para sus padres, quedaron muy mal ubicados, en medio de borrachos, drogadictos y nocti-vagos
y entre las complicidades y perplejidades de peligros, fragmentos de vida, risas, droga,
alcohol, pájaros, ratas…
Esa cualidad utópica que caracteriza al arte público no
ha podido tener solidez gracias a estas nombradas circunstancias.
“La calle precisamente
es un mecanismo digestivo que se alimenta de todo sin desechar nada”.5
Referencias y fuentes:
1. Sennie, H “Contemporary
Public Sculpture”.Oxford U.P.1992 en “Arte
contra el pueblo: los retos del arte público en el s.XXI”. A, Remesar. CER
POLIS. Universidad de Barcelona, 2000.
2. Cita:
http://www.medellincultura.gov.co/especiales/Paginas/E_pp_artepublicomedellin.aspx
3. http://www.vivirenelpoblado.com/periodico/notas/11957-peor-la-cura
4. Félix Duque Pajuelo. Arte Público y Espacio Político, Ediciones
AKAL, Madrid-España, 2001.
5. Manuel Delgado. El animal público. Ed.Anagrama.
Barcelona, 1999
Fuentes de imágenes:
1.
www.panoramio.com/fotografía de Juan Carlos Iglesias
2.
http://galeriaurbanamedellin.blogspot.com/
3. Fotografía
de Juan Arellano. Re posteada a través de
http://es.globalvoicesonline.org/2010/02/01/graffiti-y-arte-urbano-voces-de-las-calles-latinoamericanas-i/
4: http://comunasviven.blogspot.com/2011/07/grafittis-de-medellin-d-mucha-arteee.html
5.
http://www.localnomad.com/es/blog/2013/11/29/banksy-en-londres-un-artista-enigmatico-por-las-calles-de-la-tierra-de-la-reina/
6 y 7. http://www.elfinancierocr.com/estilos-de-vida/Exhibicion-Banksy-Sothebys-EFE_5_532196776.html
8 y 9. http://www.vivirenelpoblado.com/periodico/notas/11957-peor-la-cura
10. http://www.baraderoteinforma.com.ar/diario-de-viaje-cartagena-dia-4-por-lucas-del-rio/
11. http://www.ciudadintemperie.com/2008_04_01_archive.html
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